No hay democracia sin partidos de oposición. Y sin embargo, hay un sector entre los opinólogos mexicanos que quiere pensar que sí. Ayer, la analista Viridiana Ríos publicó un texto en el diario El País titulado “La miopía del voto útil”. No soy yo quien defenderá el pésimo papel que han hecho los partidos políticos hoy de oposición en México, más cuando han estado en el poder. Sin embargo, su texto contiene imprecisiones y premisas que no son del todo ciertas.
Primero, Ríos señala que votar por Movimiento Ciudadano es la mejor opción para “castigar” a Morena. Sin embargo, señala que votar por un partido pequeño es redituable porque éstos pueden “triplicar su tamaño” luego de la asignación de representación plurinominal. Esto es inexacto. Tomando como ejemplo el propio caso de Movimiento Ciudadano que Ríos menciona en su artículo, en 2018 obtuvieron 4.4% de votación total emitida (la suma de todos los votos depositados en las urnas) que se transformaron en un 4.9% de votación nacional (la que se utiliza para el reparto de plurinominales) y estos en un 5% de diputados en la Cámara de Diputados. Movimiento Ciudadano no pasó de 4.4 a 13.2%.
Por otro lado, Ríos argumenta que “la democracia ya no existía desde antes” de la llegada López Obrador. Para ello utiliza los datos de una encuesta de percepción sobre la democracia. Asumir que la percepción sobre la democracia es en sí la democracia, es falaz. El Latinobarómetro ha rescatado precisamente la percepción sobre la democracia entre los mexicanos desde hace bastante tiempo. Sin embargo hay que aclarar dos cosas:
Lo que los mexicanos han dicho no es que no haya habido democracia sino que ésta no ha cumplido con sus expectativas y por ello estarían dispuestos a votar (como lo han hecho) por un gobierno autoritario que les garantice orden y estabilidad económica. El asunto es entonces que en la percepción de muchos mexicanos la democracia les ha quedado a deber.
No han dicho que no existiera antes, sino que se consideran “insatisfechos” con sus resultados como bien lo menciona ella en su artículo. Incluso los datos de la encuesta del Latinobarómetro 2018 son aún más fuertes, 84% se sienten insatisfechos vs. 72% del Proyecto de Elecciones Nacionales Comparativas que es de 2012. Es importante aclarar que, aún con todas sus falencias, debilidades y errores, la democracia en México existía antes y aún existe, aunque está por verse por cuánto tiempo. ¿Cómo restauramos la fe en la democracia? Es motivo de otro artículo y de múltiples debates donde la oposición tendría que ser protagónica.
Tercero, Ríos dice que votar por los partidos de oposición más grandes es votar por un impasse. Esta es una mera apreciación que no se sostiene con los resultados en el Congreso. En la actual legislatura se han aprobado casi 1000 iniciativas, la mayor parte de ellas con el voto también de la oposición.
Por supuesto el problema de la parálisis legislativa en los gobiernos divididos en los regímenes presidenciales es un asunto que debe ser tratado a fondo. Aunque eso sería materia para otro artículo. En suma, considero que acusar de miopes a casi 19 millones de personas que en 2018 votaron por los partidos más grandes, es poco útil para lograr un sistema que recupere los equilibrios perdidos en 2018.
Es cierto que PAN y PRD lo hicieron muy mal como gobierno y están dando un triste papel como oposición en campaña (del PRI no hablo porque me parece aún más impresentable). Sin embargo, más que castigar, los electores debemos ir a las urnas a acotar el poder presidencial, a evitar tener de nuevo un partido de Estado, a obligar al Presidente y su partido a someterse a las leyes y a dialogar. La única forma de hacerlo es lograr que haya suficiente representación de oposición en el Congreso.
Es verdad. La decisión es votar por lo malo o lo peor. El balance en las fuerzas políticas representadas ahí, es indispensable, no como un castigo sino como una prevención de tiempos aún peores que los que vivimos actualmente.
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