Cuando Lula fue electo para su primer mandato en 2003 gracias a su plataforma de reforma social, prometió reducir la pobreza, la desigualdad y mejorar la calidad de vida de todos los brasileños. Su éxito en el cumplimiento de estas promesas le convirtió en una figura muy querida por los brasileños y le permitió permanecer en el cargo hasta 2010.
Sin embargo, el legado de Lula dista mucho de ser perfecto. Su gobierno se vio salpicado por escándalos de corrupción, desde sobornos a gran escala hasta tramas de blanqueo de dinero. Todo ello terminó por desilusionar en su momento a los brasileños moviéndolos a votar por Bolsonaro.
Si bien es verdad que hoy Lula sigue siendo una figura popular entre muchos brasileños, esto se debe en gran medida a su carisma y a su capacidad para conectar con la gente, pero su contexto actual, a diferencia de aquel del 2003, es uno dividido y polarizado, recordemos que esta vez Lula ganó con el 50.9% frente al 61% que obtuvo en su primer mandato.
Aquel 8 de enero, cuando los simpatizantes del expresidente Jair Bolsonaro atacaron las instituciones democráticas, Brasilia, la capital del país, vio cómo miles de alborotadores y saqueadores tomaban las calles y sembraban el caos.
Si bien en el exterior lo ocurrido pareció una gran sorpresa, no lo fue para muchos dentro del país. Algunos analistas habían ya advertido después de las elecciones de octubre de 2022 y en los meses posteriores, que un evento como este podría ocurrir.
No debemos olvidar que, durante su gobierno, Bolsonaro se dedicó a militarizar al país, regresando a la mesa de la toma de decisiones y con puestos muy bien remunerados a miembros en activo y exintegrantes de las fuerzas armadas. Para finales del 2020, la mitad de las carteras en el gabinete, estaban ocupadas por militares.
Por ello, cuando en octubre pasado Bolsonaro y sus simpatizantes rechazaron el resultado electoral que da la victoria a Lula, muchos voltearon a ver a las fuerzas armadas con preocupación. Luego de años de compra de lealtades era claro que muchos de ellos no iban a estar dispuestos a perder sus recién adquiridos privilegios con un cambio de gobierno.
Es por tanto preocupante que, resultado de las investigaciones que se llevan a cabo para terminar de entender lo ocurrido a principios de enero, se desprenda ahora que alguna de la evidencia recabada apuntaría a sospechar que algunos miembros de las fuerzas armadas podrían haber sabido lo que se planeaba sin dar aviso y facilitando los ataques.
Hoy Brasil enfrenta una economía estancada, un aliado (China) sin crecimiento acelerado, pobreza en crecimiento y el gravísimo problema de la deforestación que será determinante para que el país pueda volver a ocupar la palestra que tuvo en el ámbito internacional. Ello en un entorno donde la mayoría en el Congreso es de oposición, con quien deberá negociar cambios y presupuesto. Con una sociedad claramente polarizada y con expectativas menos optimistas que aquellas que lo acompañaron cuando llegó al poder hace 20 años.
Sin embargo, después de lo ocurrido, Lula no podrá dedicarse por entero a esos temas. Los primeros grandes retos de su gobierno deberán estar enfocados en lograr reinstaurar el control de los civiles sobre los militares, desmilitarizar el estado y enfrentar las tendencias extremistas en el gobierno y en la sociedad brasileña.
Twitter: @solange_
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