Desde su llegada al poder hace más de una década, Viktor Orban se ha caracterizado por su estilo de confrontación y el uso de una retórica populista. Uno de los temas más comunes en sus discursos y mensajes políticos ha sido la idea de un "enemigo extranjero" o de “intereses extranjeros" que intentan socavar la soberanía y los intereses nacionales de Hungría.

En 2014, cuando estalló el escándalo de corrupción en el que se vio involucrado su yerno, Istvan Tiborcz, por el presunto desvío de fondos públicos para proyectos de energía pagados con fondos provenientes de la Unión Europea. Lejos de abordar las acusaciones de corrupción, Orban y su partido Fidesz acusaron a la oposición y a los medios de comunicación de trabajar para intereses extranjeros y tratar de derrocar al gobierno húngaro.

Cuando en 2013 estalló en Turquía un escándalo de corrupción que implicó a varios integrantes del gobierno del presidente  Recep Tayyip Erdogan y miembros de su círculo más cercano, éste recurrió a la retórica del enemigo extranjero como forma de desviar la atención. En lugar de abordar las acusaciones optó por atacar a los fiscales y jueces que dirigían la investigación, acusándoles de formar parte de una conspiración extranjera para derrocar a su gobierno.

Erdogan ha usado también esta táctica para atacar a los medios de comunicación y a la oposición, acusándolos de ser agentes al servicio de gobiernos extranjeros.

La retórica del enemigo extranjero ha sido utilizada por otros líderes populistas en el mundo para ocultar escándalos dentro de sus propios gobiernos o partidos y para ganar adeptos a través de crear una falsa unidad nacional frente a un supuesto peligro exterior.

En México, López Obrador no ha sido la excepción. Al igual que otros populistas, ha acusado a la oposición de estar al servicio de intereses extranjeros y ha acusado a los medios de comunicación críticos de estar al servicio de la élite empresarial y política.

En las últimas semanas, se ha desatado un diferendo con diversos actores del gobierno de Estados Unidos que han dado al presidente el pretexto perfecto para elevar la tensión con aquel país y así evadir hablar sobre temas complicados para su gobierno como la violencia del narcotráfico en el país o el propio resultado del informe de Derechos Humanos de Estados Unidos que deja a nuestro país en una muy mala posición.

López Obrador, igual que lo ha hecho Erdogan, Maduro o Viktor Orban, ha llamado a la gente a “luchar contra los enemigos extranjeros” a “defender a México” llamando a los congresistas estadounidenses “prepotentes” y “mequetrefes”. El discurso populista de AMLO se alimenta del propio uso político electoral que a este tema están dando los legisladores del GOP.

Evidentemente nadie dice aquí que deberíamos permitir que el ejército estadounidense cruce la frontera para hacer frente a los cárteles del narcotráfico. La realidad es que esa posibilidad es tan lejana que nadie, ni siquiera AMLO, la cree posible. Pero es útil. Los congresistas estadounidenses le dieron al presidente mexicano un arma muy útil para alimentar la retórica populista del injerencismo extranjero.

La respuesta, tanto a los congresistas como al Departamento de Estado por el informe, no son más que una táctica para desviar la atención de los temas importantes, una táctica útil para no responder las preguntas incómodas en la mañanera sobre su gobierno.

Por el bien de la relación bilateral, benéfica para ambos países, es necesario bajar el nivel de tensión. Estirar la cuerda de más puede tener resultados negativos para dos países que se necesitan mutuamente.

Twitter: @solange_

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