“Creo en los seres humanos. Creo en sus buenas intenciones. Creo en el hecho de que todos hemos venido a este mundo para hacer el bien.” Esto respondía Vladimir Putin a la pregunta elaborada por el periodista Larry King “¿Crees en un poder superior?”.
En el año 2000, King entrevistó al recién electo presidente Vladimir Putin. Con apenas 100 días en ese cargo, el líder ruso ya cargaba, entre otras cosas, con la situación en Chechenia y el hundimiento del submarino Kursk.
Durante la entrevista, King evitó preguntas directas y difíciles sobre temas controversiales como la guerra en Chechenia, los ataques a la libertad de prensa y los informes sobre violaciones a derechos humanos, en Rusia.
En lugar de abordar temas polémicos, King preguntó a Putin sobre su vida personal, sus pasatiempos y su transición al poder.
“Háblenos de su familia. ¿Cómo afrontan su exigente papel de Presidente?”, “¿Tiene pasatiempos o intereses fuera de la política?”, “¿Cómo pasó de estar en el KGB a convertirse en Presidente de Rusia?” Fueron otras de las preguntas con que un, usualmente crítico, incisivo y directo King, continuó su entrevista a Putin.
Mientras King presentaba una imagen de Putin más humana y accesible al centrarse en preguntas más suaves y personales. Al evitar repreguntas ante respuestas donde Putin claramente mentía o daba información incompleta, King evitó poner a Putin en un momento tenso o en una situación difícil, ni siquiera cuando ante la pregunta sobre qué le había pasado al Kursk (el submarino ruso que se hundió aquel año) Putin respondió “se hundió”.
La entrevista de aquel año contrastó notablemente con otras entrevistas de King con líderes democráticos como George W. Bush y Bill Clinton, donde hizo preguntas difíciles sobre temas controvertidos como la guerra en Irak y el escándalo de Monica Lewinsky respectivamente.
Este enfoque diferenciado refleja cómo los periodistas pueden moderar su tono en entrevistas con líderes autoritarios contribuyendo a alimentar las autocracias informativas. A medida que los líderes autoritarios consolidan su poder, los periodistas críticos pueden enfrentar el agotamiento y la resignación, adaptando su tono para sobrevivir en un entorno hostil. Esto puede llevar a una cobertura más neutral o incluso favorable del líder autoritario. Otros factores también contribuyen a la adaptabilidad, entre ellos la necesidad de mantener acceso a figuras poderosas.
Los dos lunes pasados en México pudimos presenciar en México dos versiones distintas de entrevista en un mismo programa: Tercer Grado. Mientras la entrevista a Xóchitl Gálvez comenzó con preguntas y repreguntas enfocadas a obtener una declaración tácita de que reconocería los resultados de la elección el próximo 2 de junio en caso de perderla, en la entrevista a la candidata del oficialismo, Claudia Sheimbaum los periodistas se dijeron por bien servidos ante un parco “veremos como se desarrolla la elección”.
Más grave aún considerando que desde hace un par de semanas, la narrativa de la campaña de Morena, la de su candidata y la del propio Presidente, está enfocada en hacer crecer la sospecha de un supuesto fraude que, en todo caso, tendría más factibilidad de efectuarse por el propio gobierno.
La entrevista a Sheinbaum fue notablemente menos incisiva. Los entrevistadores evitaron presionar cuando evadía respuestas o presentaba datos cuestionables. La entrevista con Xóchitl stuvo marcada por preguntas duras, interrupciones y una presión constante para que respondiera.
Que no se malentienda. La labor del periodista es precisamente esa, hacer las preguntas incómodas, cuestionar los datos, desvelar las mentiras y los “otros datos”, la pregunta en el caso de los programas de Tercer Grado donde todos vimos periodistas que actúan distinto (y al día siguiente escriben una postura que no sostuvieron en la entrevista) es ¿por qué si lo hicieron con Gálvez y no con Sheinbaum? ¿Afinidad como la de King? O ¿Adaptabilidad ante quien consideran que puede ganar la presidencia el próximo 2 de junio?
X: solange_