El debate presidencial entre Kamala Harris y Donald Trump fue un espectáculo fascinante que reveló mucho sobre el estado actual de la política estadounidense. Harris llegó preparada para dar batalla y obtuvo la victoria sobre el expresidente, logrando proyectar una imagen presidencial y poniendo a Trump, muchas veces, a la defensiva.
La vicepresidenta demostró disciplina y enfoque, abordando temas cruciales como el aborto, la economía y la política exterior con aplomo y conocimiento. En contraste, Trump pareció errático y a la defensiva, divagando en respuestas incoherentes y lanzando ataques poco fundamentados.
La migración, como era de esperarse, se convirtió en el caballo de batalla de Trump. El expresidente insistió en culpar a los migrantes por los males del país, llegando incluso a hacer afirmaciones sin fundamento sobre inmigrantes haitianos “comiendo mascotas” en Ohio.
En materia internacional, Trump intentó presentarse como un líder respetado globalmente, citando al primer ministro húngaro Viktor Orbán como referencia, un completo desatino considerando el talante autocrático de Orbán. Su mención además, sólo sirvió para resaltar sus vínculos con otros líderes autoritarios. Harris, en contraste, enfatizó la importancia de fortalecer alianzas como la OTAN y mantener el apoyo a Ucrania frente a la agresión rusa.
Hubo, sin embargo, momentos en los que Harris mostró vulnerabilidades. Por ejemplo, cuando Trump abordó la retirada de Afganistán, un tema espinoso para la administración Biden-Harris. Recordemos que la salida precipitada y mal planificada de las fuerzas estadounidenses permitió el rápido regreso al poder de los Talibán, lo que ha tenido consecuencias catastróficas para millones de ciudadanos afganos, particularmente para las mujeres y niñas.
Un aspecto crucial que merece mayor atención es el debate económico. Aunque Harris logró desviar la atención hacia las propuestas controvertidas de Trump, no pudo disipar completamente las preocupaciones sobre la inflación y el costo de vida bajo la administración Biden-Harris. Trump, a pesar de su errática presentación, logró tocar una fibra sensible al hablar de la presión económica que sienten muchos estadounidenses.
A pesar de esos tropiezos, Harris sí logró proyectar una imagen de liderazgo durante el debate. Su actuación no sólo le valió elogios de analistas políticos, sino que también logró el respaldo de figuras influyentes como Taylor Swift, un apoyo que podría ser crucial para movilizar al electorado joven.
Sin embargo, sería ingenuo pensar que este triunfo cambiará radicalmente el panorama electoral. La carrera sigue siendo extremadamente cerrada y un debate, por más exitoso que sea, rara vez es suficiente para alterar drásticamente las tendencias electorales. Para Harris es momento de capitalizar la victoria en el debate fortaleciendo su mensaje, algo indispensable para asegurar la victoria en noviembre y para lograrlo necesitará más que el apoyo de celebridades. El verdadero reto para los demócratas será traducir este triunfo en votos reales, convenciendo a los estadounidenses de que Harris no sólo es más competente que Trump, sino que tiene una visión clara y viable para el futuro del país.
En un clima político tan volátil, donde cada día trae nuevas sorpresas y controversias, predecir el resultado final es casi imposible. El debate de anoche puede haber inclinado la balanza a favor de Harris, pero en la política estadounidense, como bien sabemos, nada está escrito hasta el último voto.
Analista internacional