Mal empieza una contienda si tirios y troyanos muestran un abierto desprecio hacia las reglas por las cuales habrán de competir.

De Morena y el oficialismo era de esperarse la violación a la ley. En un régimen ávido por reinstaurar la dictadura perfecta, el Presidente ha puesto todo su empeño en sostener los hilos que habrán de permitirle decidir quién será el que llegue a sustituirlo en la silla presidencial. Es, como lo dije cuando Morena dio a conocer el método de selección de su candidato, la reinstauración del dedazo con disfraz de democracia.

Después de cuatro años de vivir bajo la constante violación a las leyes y a la Constitución; después de cuatro años de un Presidente que llevó a la realidad más cruda su famoso “al diablo con sus instituciones” desmantelando la democracia y al Estado, hubiera sido deseable una oposición congruente, desmarcada de los exabruptos presidenciales y oficialistas que demuestran que, de aquel lado, solamente les importa ganar, sin que importe cómo. Bajo la justificación de la conveniencia, parece que para la oposición igual que para la 4T, violar las leyes electorales es peccata minuta.

Hay que reconocer que los partidos hoy amalgamados en el “Frente Cívico” se habían logrado situar del lado de la ciudadanía. De esa ciudadanía que exige respeto al Estado de Derecho, que las instituciones y las leyes estén por encima de los intereses personales y de partido. La que marchó para exigir respeto al INE y a la Suprema Corte y con ello mantener autoridades autónomas e independientes.

Pero parece que los intereses particulares y partidistas pesaron más y que para los líderes de los partidos “el fin justifica los medios”. La 4T se adelantó y violó la ley primero y ni modo de quedarse atrás.

En 2018 hubo quienes justificaron a López Obrador. Los que lo promovieron en su momento optaron por pasar por alto muchas señales clarísimas del desastre que llegaría con su gobierno. En aquel entonces hubo quienes aseguraron que su desdén por las instituciones, y su desacato a las leyes y a la Constitución estarían contenidos al llegar a la Presidencia. Hoy saben que se equivocaron.

Y sin embargo hoy nuevamente hay muchos que están dispuestos —una vez más— a perdonar a quien decide pasar por alto el Estado de Derecho en algo tan simple como respetar los tiempos electorales. La ingenuidad parece no tener límites.

Es tiempo de que como ciudadanos exijamos a los partidos y a quienes pretenden ser candidatos que se comporten a la altura de lo que nuestro país necesita. No necesitamos más violadores a la ley. No nos hacen falta más políticos oportunistas dispuestos a acarrear simpatizantes para “movilizar el voto”. Nos hace falta gente dispuesta a hacer las cosas mejor y a comprometerse con la ciudadanía desde el principio.

Aplaudo la congruencia de quienes han decidido no avanzar en lo que perfectamente saben, sabemos todos, que es una simulación. El supuesto baño de legalidad con el que pretenden esconderse es insuficiente. Como lo es para la 4T y el obradorismo. Les preocupa ganar en tiempo, pero los tiene sin cuidado el contenido. Así, sea cual sea el candidato, aun cuando hagan fraude a la ley y adelanten los tiempos, tendrán pocas probabilidades frente a un Estado que pondrá todo para ganar. Solamente recuperando la confianza de la ciudadanía, convenciendo a los indecisos, siendo autocríticos y demostrando valores y virtudes a los decepcionados, tendrán posibilidades.

En 2011-2012, cuando denunciábamos al gobierno de Peña Nieto, había quienes pensaban que no podía haber un gobierno más corrupto que ese, y llegó López Obrador y su camarilla. Recuérdenlo ahora porque siempre, siempre puede haber algo peor.

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