El 10 de abril se llevará a cabo la consulta para la revocación de mandato del presidente. Un ejercicio, se ha dicho, que dota de mayor democracia al sistema político. En la teoría. En la práctica, se ha abierto el camino para lo que ya se ha convertido en una elección de Estado como hacía décadas, que no vivíamos en nuestro país.
En las últimas semanas hemos sido testigos de violaciones constitucionales muy graves que vician, de origen, la legitimidad del ejercicio.
Hemos visto a los gobernadores de Morena desafiar a las autoridades electorales promoviendo el voto, haciendo propaganda a favor de obras de gobierno y promoviendo su imagen. La propia jefa de Gobierno de la Ciudad de México encabezó un mitin partidista en día y horario laboral en la que no sólo violó la constitución y haciendo caso omiso a la veda, llamando a votar el domingo y exacerbando la postura contraria al árbitro electoral.
Aún más grave, si cabe, es la participación de un miembro de la Guardia Nacional en un acto proselitista organizado por Morena. Ese acto, al que acudió también el secretario de Gobernación, es una muestra de la total y absoluta falta de respeto que tienen a la Constitución y las leyes. Mas aún, constituyen delitos inadmisibles que deberán ser sancionados.
Y si esto no fuera suficiente, habría que sumar al propio Presidente, que ha sido incapaz de respetar la Constitución y las leyes que le obligan; el actuar de gobernadores, alcaldes y demás funcionarios que en un ofensivo derroche de recursos continúan promoviendo el voto y la imagen del presidente en todo el país.
La comparación con ejercicios similares en otras partes del mundo nos puede permitir entender los efectos que un mecanismo como éste puede tener. Entendiendo en principio que México no es Suiza, pues nos separan diferencias evidentes. Lo que quizá no es tan evidente para muchos es que nuestros sistemas políticos son distintos y que algo que funciona en un régimen como el suizo donde existen mecanismos de control del poder y de responsabilidad política puede —y tiene— efectos disímbolos en un presidencialismo exacerbado como el mexicano.
También habría que aclarar que si bien en Suiza y en otras naciones como Estados Unidos o Alemania existe la revocación de mandato, ésta se contempla sólo a nivel local y en pocas localidades (4 en Alemania, 19 en Estados Unidos y sólo 2 en Suiza).
En América Latina el mecanismo existe a nivel federal sólo en Bolivia, Ecuador, Venezuela y ahora en México. El caso de Bolivia en 2008 es emblemático, pues fue utilizado abiertamente por Evo Morales como una estrategia para relegitimarse en el poder y forzar a la oposición (con mayoría en la cámara baja) a destrabar su agenda constituyente.
En los regímenes presidenciales la revocación de mandato se convierte en un instrumento de relegitimación o ratificación presidencial donde los ciudadanos acuden no por una decisión política, no por una institución sino por el carisma de una persona. Así ha sido reconocido incluso por diversos simpatizantes de la 4T y de Morena como John Ackerman, quien tituló su artículo del pasado 21 de marzo en La Jornada “Sabotaje a la ratificación de López Obrador”.
Es claro que el Presidente quiere, necesita relegitimarse y usará los resultados para forzar su agenda política. Por eso han puesto toda la carne al asador, violando la Constitución y amenazando instituciones. Nadie se engañe, lo que vivimos hoy es una elección de Estado.
Twitter: @solange_