Por décadas los gobiernos de México han optado por ignorar a la vaquita marina. El de la vaquita es quizá uno de los procesos de extinción más comentados, fotografiados y conocidos del mundo. Tristemente ni siquiera el hecho de que organizaciones internacionales como la UNESCO o figuras del ambientalismo de la talla de Jean-Michel Cousteau o Sylvia Earl hayan advertido los riesgos y propuesto soluciones logró hacer entender a los políticos.
La pesca ilegal y el tráfico de totoaba han sido la causa principal de esta larga y anunciada extinción. Por años, gobiernos de todos los signos partidarios han hecho compromisos para proteger a este cetáceo único en el mundo. Promesas incumplidas, como las que hacen casi todos los políticos.
Hace casi 30 años, Jacques Cousteau visitó México, durante aquella visita, firmó en Los Pinos un documento con el entonces presidente Carlos Salinas para implementar un plan de salvamento para la vaquita marina. “Nada de eso se cumplió” me dice Rubén Arvizu
La vaquita es una especie endémica de México. Cuando en 1989 Cousteau y su equipo visitó México y pronunció su famosa frase refiriéndose al Mar de Cortés como “el acuario del mundo”. Había entonces casi 600 vaquitas que se volvieron 245 para 2008.
En 2017, Leonardo Di Caprio visitó al Presidente Peña Nieto. Lo recibieron con aplausos, hubo muchas notas en los medios y una gran fotografía de Peña Nieto y Di Caprio frente a una vaquita marina hecha de chaquira por manos indígenas. Para entonces el número de vaquitas se había reducido a menos de 30.
Hoy, no hay nada. No hay fotos, no hay vítores. No hay planes, ni siquiera promesas del gobierno para salvar a la vaquita. Peor aún, hoy hay una clara instrucción de echar atrás la zona libre de pesca que se había creado para proteger a la vaquita (y a la trotaba y a muchas otras especies amenazadas) en el Mar de Cortés. La noticia fue publicada en el Diario Oficial el miércoles 9 de julio, en un reconocimiento tácito de la incapacidad del gobierno de controlar la pesca ilegal pero también en un dejo de insensibilidad ante este desastre ambiental.
Hace algunos años tuve la fortuna de moderar un panel en el que participaba Sylvia Earle, biólogas marinas y una científica mundialmente reconocida por su trabajo a favor de la conservación de los océanos. En ese entonces, como en muchas ocasiones más, ella ha repetido una frase que aún resuena en mi cabeza y que debería resonar en todos nosotros: “Estamos totalmente conectados a todo el planeta. Lo que le hacemos al océano nos los hacemos a nosotros, se lo hacemos a nuestro futuro. Nosotros mismos podríamos estar causando nuestra propia extinción”.
Al eliminar la zona libre de pesca, el gobierno actual puede estarse inscribiendo en los libros de historia de conservación, como aquel que, sin ningún miramiento, puso fin a la existencia de la vaquita marina.
Hoy, probablemente queden menos de 10 vaquitas en el Mar de Cortés. Quizá sea el último adiós a la vaquita. Pero como me aseguró ayer Rubén Arvizu, Director para América Latina de Ocean Futures de Jean-Michel Cousteau, “no por eso dejaremos de luchar, como nos decía Cousteau: Si esta guerra ya está perdida, continuemos en la batalla hasta que caigamos en ella”. Aquí seguiremos entonces.
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