Alemania acaba de dar un paso sin precedentes desde el final de la Segunda Guerra Mundial. El Bundestag aprobó un aumento drástico en el gasto de defensa, rompiendo los límites constitucionales de deuda para financiar lo que el próximo canciller Friedrich Merz ha llamado "un rearme urgente y necesario".
Con 513 votos a favor y 207 en contra, superando la mayoría de dos tercios requerida (489), los legisladores alemanes han marcado el giro más significativo en la política de defensa del país desde la reunificación. Esta decisión exime el gasto militar que supere el 1% del PIB de las estrictas reglas de endeudamiento y establece un fondo de 500 mil millones de euros para infraestructura.
Durante décadas, la política militar alemana se caracterizó por la contención. Incluso en el apogeo de la Guerra Fría, Alemania Occidental se posicionó como un estado de primera línea bajo la protección nuclear estadounidense, no como un actor militar independiente. Después de la reunificación en 1990, Berlín mantuvo un perfil militar modesto, enfocándose más en misiones humanitarias y de mantenimiento de la paz que en la preparación para la defensa. La recién aprobada medida refleja la creciente inquietud por la seguridad en Europa ante un panorama geopolítico cada vez más incierto.
Sin embargo, el rearme alemán coincide con un fenómeno igualmente alarmante: el ascenso vertiginoso de la extrema derecha en el país. Alternativa para Alemania (AfD) se consolidó en las recientes elecciones como la segunda fuerza política con un 20.8% de los votos, duplicando su apoyo desde 2021. Esta combinación de militarización y radicalización política evoca reminiscencias inquietantes y plantea interrogantes cruciales sobre el rumbo de Alemania y Europa.
La decisión de Merz de aumentar el gasto militar responde a una lógica estratégica en el contexto actual. Las acciones de Rusia y la volatilidad de la política estadounidense bajo Trump exigen una Europa más robusta y autónoma en materia de defensa y responden a una realidad incómoda: la seguridad de Europa ya no puede ser confiada a un aliado tan poco confiable como Estados Unidos. No obstante, fortalecer militarmente a una Alemania donde la extrema derecha gana terreno a pasos agigantados representa un riesgo que no podemos subestimar.
El auge del AfD no es un fenómeno aislado, sino el síntoma de un malestar profundo con las políticas de inmigración y económicas que la extrema derecha ha sabido capitalizar, presentándose como una alternativa al establishment. Si bien existe actualmente un consenso que mantiene al AfD fuera del gobierno, su creciente influencia podría erosionar esta barrera con el tiempo.
El escenario de una Alemania militarmente fortalecida bajo un posible gobierno de extrema derecha en el futuro no es una especulación infundada, sino una posibilidad que debemos considerar con seriedad. La historia nos ha mostrado las consecuencias devastadoras de combinar nacionalismo extremo con poder militar.
El desafío para Alemania y Europa es dual: fortalecer su capacidad de defensa ante las amenazas externas y, simultáneamente, combatir las causas profundas del descontento que nutren a la extrema derecha (y habría que decir que no solo en Alemania). Esto requiere un enfoque equilibrado que aborde las preocupaciones legítimas de los ciudadanos sin caer en la retórica divisiva y xenófoba.
Merz ha argumentado que Alemania ha vivido con una "falsa sensación de seguridad" durante la última década. "La decisión que estamos tomando... representa nada menos que el primer paso significativo hacia una nueva comunidad de defensa europea", declaró ante el parlamento. Sin duda tiene razón. Lo que sigue es que los líderes alemanes y europeos trabajen contra reloj para garantizar que el aumento en el gasto militar sirva para la defensa colectiva de Europa y no como instrumento para políticas nacionalistas.
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