“Juro formalmente como presidente encargado de Venezuela”. No es nuevo hablar de fraude electoral en Venezuela. En 2019 esas fueron las palabras de Juan Guaidó, entonces presidente de la Asamblea Nacional al declararse presidente encargado, luego de una crisis postelectoral de meses en que la oposición había acusado a Maduro de usurpador.
En lo que fue una forzada interpretación del artículo 233 de la Constitución de Venezuela que establece los casos de sustitución en caso de falta absoluta del presidente, la oposición encumbró a Guaidó como presidente “encargado”. Más de 50 jefes de Estado de diversas latitudes salieron con entusiasmo a reconocerlo como tal. Guaidó apareció en las portadas de revistas y medios internacionales como una figura joven que llegaba a destronar al chavismo, que despertaba la esperanza en una sociedad que la había perdido hacía tiempo.
Sn embargo, el entusiasmo duraría apenas unos meses y terminaría por apagarse. Guaidó se convertiría en una figura testimonial. Vendrían años de presiones para Nicolás Maduro, años de sanciones internacionales que buscarían presionar al régimen a abrir las puertas para elecciones democráticas. Se firmaron acuerdos y se harían compromisos que después el chavismo incumpliría. Pero ya entonces se preveía una movilización social alimentada por la grave crisis económica en que se ha sumido el país en los últimos años.
Desde 2013 los índices de pobreza se dispararon en el país al grado en que, para 2019, el 96% de los venezolanos vivía en la pobreza y 76% en pobreza extrema. Millones de venezolanos han huido de su país en busca de mejores oportunidades para ellos y sus familias. Para 2024, 7.7 millones vivían en el extranjero, la mayoría en calidad de refugiados.
En 2019 la sociedad salió a manifestarse para exigir elecciones limpias, pero aquella vez la oposición no tenía la legitimidad que dan los votos. A diferencia de entonces, cuando apenas un 46% del padrón electoral salió a votar, este 2024, prácticamente un 60% del padrón acudió a las urnas y lo hicieron para sacar a Maduro y al chavismo del poder.
No fue lo único. Esta vez, por primera ocasión desde que Chavez llegó al poder, la oposición logró unificarse en torno a una misma figura, Maria Corina Machado bajo el escudo del candidato Edmundo González. Estrategia que logró capturar la esperanza y los votos. La estrategia opositora de reunir y hacer públicas las pruebas de los votos ciudadanos plasmadas en las actas de las mesas de votación ha puesto en serios aprietos al régimen. Al día de hoy, el chavismo, que controla el órgano electoral, ha sido incapaz de presentar las pruebas de que Maduro haya ganado la elección lo que ha llevado al chavismo a subir la apuesta por la represión. El chavismo buscará mantener el control usando a las instituciones (el poder judicial, la policía), las fuerzas armadas y grupos paramilitares para intimidar, encarcelar, torturar y desaparecer a opositores.
La crisis política puede extenderse aún varias semanas o meses con el consecuente impacto económico y una nueva oleada de venezolanos abandonando el país en busca de refugio. Hoy el chavismo cuenta con menos apoyo entre los gobiernos de izquierda latinoamericanos, un paso en falso podría convertirse en el detonante de una mayor movilización social. La detención de María Corina Machado, Edmundo González puede resultarle contraproducente y convertirse en la bala de plata que lo obligue a sentarse en una mesa de negociación.
La oposición seguirá tratando de utilizar el apoyo internacional y la movilización social para desafiar el resultado oficial, sin embargo, esta estrategia ha sido insuficiente en el pasado, especialmente mientras Maduro conserve el control del ejército, que continúa siendo un factor crucial para mantener su posición en el poder. Lo que sigue para Venezuela no parece ser muy optimista, sin embargo, no todo está dicho aún.
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