Un día después de que el régimen cubano anunciara el endurecimiento de las medidas penales contra el periodismo libre y la libertad de expresión que incluyen 37 nuevos delitos, el gobierno de Joe Biden anunció la flexibilización de las medidas impuestas por la administración de Donald Trump, particularmente las restricciones a los vuelos comerciales a la isla y al envío de remesas.

Casi al mismo tiempo, se comentó también el posible levantamiento de sanciones a Venezuela para permitir la negociación entre la petrolera paraestatal venezolana PDVSA y la estadounidense Chevron.

Al respecto han surgido muchas dudas, comentarios e interpretaciones, desde preguntarse sobre el significado de estos cambios, sus causas y consecuencias.

Primero hay que señalar que esta flexibilización no tiene nada que ver con el bloqueo a Cuba ni tampoco retira al gobierno cubano de la lista de organizaciones que promueven y financian el terrorismo, lugar en el que los colocó Donald Trump justo antes de terminar su administración. Asimismo, todo parece indicar que tampoco implicará ningún cambio en la decisión de no invitar a esos países a la Cumbre de las Américas que se llevará a cabo en Los Ángeles dentro de unas semanas.

El argumento del gobierno de Biden es que estas medidas, más que un acercamiento al régimen cubano, tienen como objetivo mejorar las condiciones de los ciudadanos en la isla, permitiendo la reunificación de familias y contribuyendo a financiar a los más afectados económicamente por la pandemia.

Sin embargo, desde el lado republicano y algunas voces dentro de los propios demócratas han criticado estas medidas aduciendo que sólo servirán para seguir apuntalando y financiando a un gobierno dictatorial y represor como el que encabeza Miguel Díaz-Canel.

El caso de Venezuela, por otra parte, tiene una intención distinta. Por un lado, el seguimiento a las conversaciones iniciadas en marzo para alejar a Venezuela de la influencia rusa y poner petróleo adicional en el mercado para reducir los precios internacionales (lo cual se lograría con un posible acuerdo entre la paraestatal PDVSA y Chevron). Por otro, que se retome el diálogo entre la oposición, encabezada por Juan Guaidó y el régimen de Nicolás Maduro. Ambos objetivos muy difíciles de cumplir.

Con el reciente nombramiento de su embajador en Rusia como nuevo Ministro de Asuntos Exteriores, Venezuela no parece tener intenciones de alejarse de la égida rusa. Y el diálogo con la oposición no ha sido más que atole con el dedo en los últimos años.

En México, algunos han querido leer estos anuncios como un supuesto “efecto AMLO”. Una consecuencia directa a la presión ejercida por el Presidente de México para que su homólogo estadounidense abriera la invitación a Cuba, Venezuela y Nicaragua a la Cumbre de las Américas del mes próximo. Si bien es cierto que la coyuntura puede no ser una coincidencia, la realidad es que estas decisiones no se tomaron de la noche a la mañana.

El tema cubano está en la agenda desde la campaña en 2020 y el de Venezuela desde las conversaciones donde México fue anfitrión. Ambos temas (incluido el de la Cumbre) tendrán un impacto en las elecciones de noviembre próximo que no puede soslayarse.

Los demócratas buscarán que los cubano-americanos de Florida vuelvan a votar demócrata, como lo hicieron en 2012 con Barack Obama, y esperarán lo mismo de la enorme diáspora venezolana. Parece una apuesta muy arriesgada que podría empujar a ambos grupos de votantes al bando republicano si parece que Biden ha decidido apoyar a dos regímenes claramente dictatoriales y represores.

Analista internacional Twitter: @solange_

Google News

TEMAS RELACIONADOS