La amenaza de una guerra civil se cierne sobre Israel. El conflicto comenzó hace una semanas teniendo como telón de fondo las protestas de palestinos expulsados de sus casas en Jerusalén del Este por colonos israelíes y que aún esperan una resolución judicial sobre territorios que llevan peleándose más de 50 años.

Luego vino un ataque militar israelí contra palestinos que se encontraban dentro de ella mezquita de al-Aqsa donde les dispararon pelotas de goma y granadas aturdidas. Vinieron cientos de misiles lanzados por Hamas desde la Franja de Gaza contra Israel, la mayoría detenidos por el escudo antimisiles israelí. Luego, vino la respuesta de Israel con bombardeos contra la Franja.

A todo esto se suma ahora la anarquía en la que parecen estar hundidas varias ciudades Israelíes en las que conviven árabes-israelíes y judíos-israelíes. Hasta la noche de ayer, había enfrentamientos entre palestinos y judíos en distintas ciudades de Israel como Lod, Acre, Umm al-Fahm, Rahat, Haifa, Nablús y Haifa. El Primer Ministro Israelí ha declarado estado de emergencia en Lod y el Alcalde ha decretado toque de queda confesando que considera esto una guerra civil. Las ciudades están en llamas, los negocios destrozados, casas allanadas o incendiadas, personas heridas, linchadas, atropelladas.

Se atacan unos a otros con bombas, con piedras, con palos. Unos acusan a otros de terrorismo y se culpan sobre quién inició y en todos lados para haber una razón para la violencia. Los grupos extremistas de ambos bandos, aprovechando el momento para atizar, aún más el fuego como lo han hecho en el pasado, aunque esta vez con más ira, si cabe afirmarlo.

Pero no todo es un enfrentamiento ideológico. Este conflicto, como todos, tiene un fuerte componente político y la escalada actual tiene también tufo electoral. Netanyahu enfrenta un duro estancamiento político desde 2019 en que ha sido imposible para su fuerza política formar gobierno. Luego de cuatro procesos electorales y con una oposición buscando formar gobierno prescindiendo de Netanyahu, es claro que su liderazgo pende de un hilo.

O pendía, porque mientras el conflicto siga vivo, los bombardeos ocurriendo y la anarquía desatada en tantos lugares de Israel, Netanyahu no se irá. Las protestas y la violencia comenzaron justo a tiempo para salvarle el cargo. Hamas, por su lado, también tiene intereses políticos. Escaladas como la actual les permiten afirmar su liderazgo frente al de otros grupos políticos y reforzar su posición dentro de Gaza.

Ambos bandos tienen hoy un enemigo a vencer, un enemigo que alimenta la retórica de unidad y nacionalismo extremo que nutre la violencia y les permite mantener los hilos de poder. En esta coyuntura, Netanyahu permanecerá en el cargo por lo menos varios meses más hasta que la situación esté controlada y se celebre el quinto periodo electoral en tan solo 2 años, quizá, dicen algunos, ese sea su escenario positivo.

La desescalada vendrá, muy probablemente, como ha ocurrido antes, con el tiempo, pero dejando tras de si un gran derramamiento de sangre, pero quizá además alimentando una guerra de baja intensidad como la que hemos visto antes pero ahora protagonizada por un lado por los ciudadanos árabe-israelíes que residen en las ciudades de Israel y por el otro, por los grupos de extrema derecha que se oponen a ellos y que han sido sumamente violentos en las últimas horas.

Twitter: @solange_

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