“Y ahora damas y caballeros, el presidente Putin”. Así confundía ayer Joe Biden al presidente de Ucrania, Volodomir Zelensky, con el invasor presidente de Rusia en la cumbre de la OTAN.

En julio 20 de 1944, Franklin D. Roosevelt sufriría un severo ataque de insuficiencia cardíaca mientras viajaba en tren. El entonces presidente de Estados Unidos caería al suelo del vagón y se convulsionaría durante varios minutos. Esto ocurría, precisamente el mismo día en que Roosevelt había aceptado la nominación del Partido Demócrata para competir en lo que sería su cuarta reelección.

Roosevelt se empeñaba en continuar en la carrera presidencial a pesar de encontrarse excesivamente delgado y débil debido a diversos padecimientos, entre ellos, hipertensión y enfermedad cerebrovascular que le habían sido diagnosticados en marzo de aquel año, luego de meses de mala salud.

A pesar del evidente declive en su salud, el entonces presidente había logrado mantener el apoyo de su partido para continuar en el poder. Esto a pesar de que muchos, incluido su doctor, expresaban su preocupación de que no sobreviviera un cuarto mandato. Justo en momentos cruciales para la definición del mundo de la posguerra. Sería en la Conferencia de Yalta en 1945 donde se pondría en evidencia el impacto de su mermada salud, no solamente física sino cognitivamente. Un corazón debilitado nublaba su mente y fue incapaz de anticipar el riesgo que significaba el avance soviético y los acuerdos a los que llegaba con Stalin.

Pero todo esto, los votantes estadounidenses no lo sabían. Si bien su extrema delgadez indicaba una mala salud, nada se supo, nada se dijo desde la Casa Blanca, sobre la gravedad de las enfermedades que aquejaban a Roosevelt. En medio de una crisis de dimensiones globales, la falta de información llevaría a los estadounidenses a reelegir a un hombre que moriría apenas unos meses después de haber ganado la reelección.

Luego de la desastrosa participación de Joe Biden en el primer debate presidencial frente a Donald Trump, quedó en evidencia su incapacidad para continuar en la carrera presidencial. Conforme han pasado las semanas, esta certeza no ha hecho sino acentuarse. El tiempo de Biden se terminó. Un hombre incapaz de articular argumentos e ideas, que se congela, que olvida datos, no puede no solamente ser candidato, sino mantenerse en el poder. Roosevelt ganó la relección en noviembre, esperando ser él quien siguiera conduciendo los destinos del país en la posguerra. Contrario a eso, su muerte precipitó una transición inesperada del poder a su vicepresidente, Harry Truman quien, solamente así se enteraría del Proyecto Manhattan y quien al final sería el responsable de la decisión de utilizar las dos bombas nucleares contra Japón que pondrían punto final a la guerra.

En 1944, los líderes del Partido Demócrata optaron por hacer caso omiso de la evidente incapacidad de Roosevelt para continuar. Hoy, es claro que Biden no puede continuar en la carrera. Hace casi 80 años, justo dos semanas antes de las elecciones Roosevelt aseguraba a la prensa que gozaba de excelente salud. Veinte meses después había muerto.

En 2024, el riesgo de que Biden, con su mermada salud se mantenga en la carrera y pierda ante Donald Trump es muy grande y se incrementa cada vez más. Aun en el remoto escenario de que Biden se mantuviera como candidato demócrata y ganara la presidencia, ¿qué posibilidades tendría a los 82 años de terminar un nuevo mandato de 4 años? Más aún habría que preguntarse sobre sus capacidades cognitivas y su habilidad para tomar decisiones en momentos críticos como los que atravesamos hoy. A cinco meses de las elecciones, Biden aún está a tempo de capitular y unir a su partido en torno de alguien más.

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