Poco a poco sus rostros han ido desapareciendo de las calles de Kabul. Como si nunca hubieran existido públicamente. Las fotos de modelos afganas se han quitado de anuncios publicitarios en todo Kabul y los comerciantes han sido obligados a pintar sus fotografías de blanco.
Toda una generación que nació y vivió en libertad, al menos en la libertad que podía dar una ciudad como Kabul. 20 años de convencerse de que era posible una vida distinta.
Miles de jóvenes soñaron con un futuro distinto para ellas y sus familias. Convencieron a sus familias de que estudiar una carrera universitaria era lo mejor para us futuro, apostaron por convertirse en parte de una generación que habría de transformar su país. Y se quedaron con sus sueños rotos. El 15 de agosto, miles de jóvenes mujeres buscaban la forma de destruir cualquier evidencia de sus estudios previos. De haber pasado por la “American University of Kabul”. En un abrir y cerrar de ojos, todo se acabó.
Pero el miedo a las represalias por parte de los Talibán también lo viven las profesoras y académicas de la Universidad a quienes, desde el Ministerio de Educación Superior Talibán, se les ha prohibido enseñar y se les ha instruido volver a sus casas y permanecer ahí.
Muchas han salido a protestar, a exigir reconocimiento y respeto por sus derechos. Pero los últimos días los Talibán han mostrado su verdadero rostro de terror. Han dejado claro que para las mujeres no habrá futuro diferente a aquél que vivieron al final de la década de los 90s. Pero no sólo los rostros de las mujeres están siendo borrados. También sus voces. En Kandahar se han prohibido las voces femeninas en radio y televisión.
Golpeando mujeres, arrestando y torturando a periodistas, destruyendo cualquier indicio de democracia o libertad a su paso. En añicos quedaron los instrumentos musicales en los estudios estatales de grabación de Kabul y en silencio la orquesta femenina luego de la toma de la capital del país. La música, igual que los derechos de las mujeres, dicen los Talibán, no son islámicos.
¿Dónde quedó la comunidad internacional, las Naciones Unidas, la Unión Europea? ¿Dónde las protestas feministas? ¿Dónde está la exigencia de respetar los derechos humanos?
Las mujeres, como los periodistas y activistas de derechos humanos en Afganistán fueron traicionados y abandonados a su suerte por la comunidad internacional. Se quedaron con sus sueños guardados en una mochila, sus esperanzas formadas en la fila de un avión que nunca partió, en las promesas de quienes al final los abandonaron a su suerte.