La reciente visita de Alejandro Mayorkas, Secretario de Seguridad Nacional, Antony Blinken, Secretario de Estado, y Merrick Garland, Fiscal General de Estados Unidos, a México, ha puesto de nuevo el reflector en la compleja relación entre ambos países.
Las cifras no mienten. Con casi 300,000 encuentros en el sector del Valle del Río Grande en menos de un año y más de 200,000 migrantes detenidos en un solo mes, la situación en la frontera es crítica. En el intrincado panorama político de Estados Unidos, pocas cuestiones han sido tan polémicas y polarizantes como la inmigración.
A medida que nos acercamos a las elecciones de 2024, la postura de Joe Biden sobre el muro fronterizo, ese símbolo emblemático del debate migratorio, se ha convertido en el epicentro de la discusión nacional. En cuatro años, aunque en la retórica su postura es casi la misma, sus acciones han sido distintas.
En el ahora lejano 2020, el candidato Biden, que acusaba a Trump de xenofobia, prometió que "no se construiría ni un metro más" del muro fronterizo bajo su mandato. Sin embargo, hoy a un año de las elecciones en las que habría de votarse su reelección, su administración ha dado un giro de 180ª que ha sorprendido a muchos, anunciando que se saltará leyes ambientales para acelerar 32 kilómetros de muro en el Valle del Río Grande.
Si bien Biden ha asegurado que, aunque no cree en la eficacia de los muros, el dinero asignado en 2019 no podía ser redirigido. La pregunta que los analistas e internacionalistas se hacen es ¿por qué retomarlo ahora?
La reciente oleada de migrantes ha tensado el ambiente político, provocando críticas tanto de republicanos como de demócratas. Líderes demócratas, desde Nueva York hasta Chicago, temen que la inmigración ilegal refuerce las posturas republicanas y les reste votos en zonas clave.
Eric Adams, alcalde de esa ciudad, ha presionado para que Biden autorice visas para los más de cien mil venezolanos que han llegado a la Gran Manzana en los últimos 18 meses y mantienen saturados los albergues de esa ciudad. Adams, en un intento por aliviar la presión migratoria, se encuentra de gira por América Latina, buscando desincentivar la migración hacia la Gran Manzana.
El muro, una vez símbolo de la postura intransigente de Trump sobre la inmigración, se ha convertido en un termómetro de la capacidad de Biden para gobernar. El desafío para Biden rumbo a las elecciones del 2024 será conciliar sus promesas de campaña con las realidades de su presidencia. La construcción del muro es vista por algunos como una desviación de su postura inicial, pero para otros, es un reflejo de la adaptabilidad y pragmatismo necesarios en la política.
El Diálogo de Alto Nivel entre México y Estados Unidos es, sin duda, un paso positivo. Pero, como siempre he sostenido, las palabras deben ir acompañadas de acciones. La migración, ese fenómeno tan humano y a la vez tan politizado, requiere de soluciones que vayan más allá de muros y controles. Requiere de empatía, entendimiento y, sobre todo, de cooperación. Es esencial que ambos países encuentren el camino adecuado. Porque, al final del día, lo que está en juego es el bienestar de millones de personas que sueñan con un futuro mejor. Y en ese sueño, no hay muros que valgan.
Para Biden, la frontera no es solo un desafío logístico y humanitario, sino también un tablero electoral donde cada movimiento cuenta. Y México, por su parte, observa y calcula, sabiendo que su propio destino electoral también está ligado a este intrincado juego.
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