Distracción. Desviar la atención de un problema interno. La política exterior, en ciertos países, en ciertos gobiernos, suele no sólo estar vinculada a la política interna, sino que, en muchos casos, existe únicamente para atender la necesidad interna. Desde buscar un apoyo para una política interna o para fortalecer o dar legitimidad a un liderazgo doméstico ; enfrentar a los diversos factores reales de poder, a los grupos opositores, a los intelectuales, académicos y la opinión pública que se niegan a dar su apoyo a una determinada política pública o una reforma legislativa o constitucional, hasta un escándalo político que es necesario cubrir.
Cuando surge un problema interno, cuando el líder está en problemas, surge un cambio en la política exterior que obliga a todos al interior a redirigir su atención a otro asunto.
A mediados de 1981 la dictadura argentina , que ya se encontraba en medio de una crisis económica y de acusaciones graves de violaciones a derechos humanos, comenzó a enfrentar una oposición cada vez más organizada que comenzaba a exigir una convocatoria a elecciones libres. La táctica para cambiar el foco de atención interno, fue inventar una distracción internacional, la invasión de las Islas Malvinas. Un reclamo que buscaría crear un fervor nacionalista gracias al combate del enemigo común.
En 1998, tres días después de conocerse el escándalo de Monica Lewinsky y Bill Clinton , la Casa Blanca anunció ataques aéreos contra Afganistán y Sudán contra supuestos objetivos terroristas. En aquellos días, se debatió ampliamente si estos ataques habían sido utilizados como una estrategia para desviar la atención del caso.
Las tácticas, los cambios, pueden derivar en guerras como en los ejemplos anteriores o pueden ser simplemente discursos, visitas de Estado, asistir a una conferencia internacional y dar un encendido discurso.
La desviación, el uso de la política exterior como distracción de sus conflictos domésticos, parece ser el pan de cada día. Ayer, el presidente López Obrador , abrió un nuevo capítulo en las controversias con España cuando en la mañanera propuso "hacer una pausa” en la relación entre ambos países. Sin que tal aseveración tenga correlativo en un rompimiento formal de relaciones, se trata de una afrenta que continúa tensando la relación con un país históricamente amigo del nuestro.
Sin embargo, no deja de llamar la atención que este nuevo diferendo surge justo en el momento en el que el escándalo sobre la casa de su hijo mayor y su nuera en Houston ligada a un contratista de Pemex sigue dando de qué hablar. Parece un intento por desviar la atención y refrendar el tufo nacionalista que se ha querido dar a la pelea con el país ibérico.
Y tal parece que ese ha sido el objetivo de los tres años de enfrentamiento con España.
En agosto de 2020 el presidente de México encendía de nuevo la mecha con España al asegurar que nuestro país había manejado mejor la pandemia y que había tenido menos muertos que el país ibérico.
¿Qué ocurría en lo local cuando en marzo de 2021 el Presidente enviaba una carta y exigía públicamente al gobierno español que ofreciera disculpas por la conquista? En medio del escándalo que significó la candidatura de Felix Salgado Macedonio y el respaldo otorgado López Obrador, las virulentas protestas de grupos feministas a los que el propio presidente descalificó en una mañanera.
El Presidente de México convive con dictadores como Nicolás Maduro de Venezuela, Díaz Canel de Cuba a quienes alaba, invita y defiende con el fin (como lo hizo en su momento Echeverría con Chile) de ganarse a la izquierda de México y para distraer de sus propias políticas anti-progresistas.
La última afrenta a España se inscribe en este uso distractor de la política internacional. Por supuesto tiene riesgos y compromete a nuestro país creando tensiones donde antes no las había. Al final la moraleja al interior tendría que ser no dejarse engañar, no caer en el juego distractor.
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