Era mayo de 2018, las campañas presidenciales inundaban todos los medios impresos y digitales, cuando el ahora presidente López Obrador, prometía que acabaría con la corrupción en un año. “Vamos a barrer la corrupción” repitió incansablemente. “Somos los únicos que podemos hacerlo” aseguró a diestra y siniestra.
Tres años después, la ciudadanía sigue esperando el combate a la corrupción y sobre ese combate se creó el mito de que la consulta sería la herramienta para terminar con la impunidad del pasado. Porque en la narrativa obradorista, todos sus antecesores, hicieron todo mal. Todo. Sin embargo, AMLO nunca prometió investigar ex-presidentes. Al contrario, el hoy Presidente tenía claro desde su campaña que no deseaba indagar. Que terminaría con la corrupción, pero la de diciembre de 2018 en adelante. Del pasado poco quería saber.
Así lo expresó varias veces en campaña. Nadie puede decir que hubo un engaño. López Obrador repitió muchas veces, en entrevistas y en discursos que no “era su intención investigar el pasado” que esa “no sera iniciativa del Presidente” que si se quería investigar a Peña Nieto, a Calderón o a Fox, tendría que ser a iniciativa de los ciudadanos. “Mi fuerte -decía en su trillada frase- no es la venganza”.
La consulta, con sus más de 500 millones de pesos desperdiciados, no fue más que un ejercicio roto, inútil pero cuyo resultado era el esperado por el Presidente.
El ejercicio, se ha dicho hasta el cansancio, era inútil. Pedir a los ciudadanos que vayan a votar para que la autoridad cumpla la ley y ejerza facultades que tiene encomendadas en la Constitución fue absurdo. Sabina Berman aseguraba que era necesario para que el gobierno tuviera el apoyo de la ciudadanía para iniciar dichas investigaciones. ¿No les bastaba la legitimidad que les dieron 30 millones de votos en 2018? ¡Claro que sí! Les bastaba y les sobraba.
De haber querido hacerlo, Andres Manuel pudo haber iniciado las investigaciones que llevaran a la cárcel a quienes realmente han saqueado a este país, especialmente en el sexenio pasado empezando por el propio Peña Nieto. Pero Andrés Manuel no quería hacer eso, nunca fue su intención.
Por eso no permitió que Morena aprobara más recursos para que el INE organizara la consulta aun sabiendo que era necesario. Por eso él mismo no promovió la consulta y por eso se fue a Nayarit, sabiendo que no podría votar desde ahí.
Por eso el lunes en la mañanera apareció tan contento ante lo que todos consideraban un gran fracaso. Sonriente, dicharachero, cuando su propio partido lanzaba acusaciones a diestra y siniestra. 7% de los electores salieron a votar. 33% menos de lo necesario para obligarlo a investigar. ¿Cómo no estar contento? En esta consulta el único ganador fue el Presidente porque sigue sin estar obligado a investigar pero sí puede usar los resultados y el propio proceso para continuar atacando al INE y a sus consejeros.
López Obrador quería pasar a la historia como el que luchó y terminó con la corrupción en México, pero no ha entendido que sin combatir la impunidad esto es imposible. Tres años después, con una base de apoyo disminuida, con mucho menos credibilidad de los ciudadanos y la supuesta “calidad moral” perdida por sus propios escándalos de corrupción.