Con cuarentenas que ya alcanzan los cinco meses, América Latina es la región del mundo donde los cierres han durado más tiempo. Las cuarentenas han ido desde los cierres totales, donde se permitían las salidas únicamente a los empleados de servicios básicos o para acudir a comprar alimentos hasta aquellos casos de confinamiento menos severo por discrepancias políticas, como el caso de Brasil.
Dos países de la región ocupan un espacio en el top 3 de los países con mayor número de fallecidos (México y Brasil) y 5 ocupan espacios en el top 10 con mayor número de contagios.
El impacto social y económico de dichos cierres no se ha hecho esperar. Países como México, que ya venía de una cuasi recesión en 2019, ahora enfrenta prospectivas de contracción económica en rangos del -9% hasta el -12.5% anunciado por el Banco Central hace un par de días. Perú caerá -13%, Argentina -9%, En general, la CEPAL anticipa que la economía latinoamericana caerá un -9% este año, cifras superiores a las enfrentadas por la región durante la crisis de 2009.
El resultado práctico de esas cifras se traduce en la pérdida de empleos, cierre de empresas, falta de insumos y recursos y por ende, un incremento de la pobreza y la desigualdad, en la región, ya de por sí más desigual del mundo. En junio pasado en México se anunciaba que el país había perdido alrededor de 1 millón de empleos en los 3 meses que se llevaban de confinamiento. La CEPAL calcula que el número de desempleados alcanzaría los 44 millones, es decir 18 millones de personas se han quedado ya o se quedarán sin empleo.
Pero el retraso que sufrirá la región se verá también en los niveles educativos. Con escuelas cerradas y países poco preparados para una educación digital, el regreso a clases online se ha convertido en un caos. Cada país tiene una fórmula especial para su caso. México, ha prohibido el regreso presencial trasladando al 100% de los niños a la enseñanza digital. Sin embargo, la carencia de insumos hace imposible para muchas familias de escasos recursos el que sus hijos puedan continuar su educación. En la mayoría de los casos no se cuenta con una computadora o una tablet. Los teléfonos inteligentes, que suelen ser las herramientas de trabajo de los padres, ahora se usan para tomar clases en línea, “descargar y subir” tareas, etcétera. Pero para eso se requiere una conexión de internet algo que debe pagarse y si no hay trabajo no se puede pagar una conexión.
El debate sobre la mejor forma de manejar el regreso a las aulas no es exclusivo de la región Latinoamericana, muchos países se encuentran en la encrucijada entre lo presencial pero peligroso o lo digital pero disfuncional. Sin embargo, las condiciones de los países latinoamericanos es muy distinta de lo que se vive en otras regiones. Mientras Alemania o Canadá asignan cuantiosos recursos para paliar la crisis que viven millones de familias, países como México decidieron dejar solos a los más pobres y vulnerables, negando cualquier tipo de incentivo económico que pudiera contener la hemorragia laboral o contribuir a disminuir la brecha digital.
La deserción y el bajo rendimiento escolar serán dos consecuencias indirectas pero previsibles de la pandemia. Todos estos factores juntos harán que la recuperación, que tardará aún en llegar, sea lenta y accidentada. El tiempo dirá cuál de las estrategias tomadas por los distintos países fue la más y la menos efectiva. El mayor desafío es para los mas pobres.
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