La noche era fría aquel domingo 2 de abril. Las decenas de sillas colocadas en la pista de hielo del parque de la Ciudad en Budapest estaban todas desocupadas. Solamente algunos pocos militantes de oposición con semblantes tristes seguían ahí. El rostro desencajado de los pocos líderes partidistas dejaba ver la contundencia de la derrota. No había duda. Viktor Orbán, en el poder desde hace 12 años, ganaba las elecciones por cuarta ocasión consecutiva derrotando una alianza opositora integrada por 6 partidos políticos.

“El pueblo tiene el poder” rezaban los carteles opositores, ahora amontonados en los botes de basura. Nada de poder, al menos no para la oposición que se despeñaba estrepitosamente. No solo no se redujo la brecha electoral entre el Fidesz (el partido de Orbán) y Unidos por Hungría (la Alianza opositora), sino que esta creció al grado de darle al Fidesz una mayoría calificada de 135 votos, suficientes para reformar la Constitución a su antojo.

Diversos factores influyeron para que esto sucediera, pero hay dos que pueden servir de lecciones para las próximas elecciones en Turquía en 2023 y, por supuesto en México en 2024.

La primera es que una Coalición Opositora creada con el único fin de vencer a quien ostenta el poder es insuficiente para convencer a los electores. Unidos por Hungría tuvo un gran mérito al lograr poner de acuerdo a 6 partidos políticos para tener un candidato de unidad. Los jaloneos internos fueron aplacados por la imperiosa necesidad de terminar con un régimen claramente autoritario e ineficaz para la mayoría. Sin una plataforma sólida en común, Unidos por Hungría tenía candidato pero no tenía propuestas y terminó por no convencer.

En la Turquía el camino serpentea en forma similar al de Hungría. Seis partidos de oposición se han unido para hacer frente a un desgastado Recep Tayyip Erdogan, en el poder desde hace casi veinte años. A pesar de las muchas fallas y la falta de aprobación de que goza el presidente turco en la actualizad. La coalición opositora ha sido incapaz de ofrecer a los electores una plataforma y propuestas alternativas al oficialismo gobernante. Eso, igual que ocurrió en Hungría sera uno de los factores determinantes en la permanencia de Erdogan en el poder.

Así como en Turquía no hay dudas del daño que Erdogan ha ocasionado a su país, tampoco las hay en Hungría y son evidentes en el México de López Obrador. AMLO ha destruido las instituciones democráticas de México, y ha dañado nuestras relaciones con nuestros principales socios comerciales, Canadá y Estados Unidos. Desde su llegada al poder se ha empecinado en proyectos y obras que hacen agua por todos lados, que se convierten en rotundos fracasos y a la postre serán elefantes blancos que le costarán muy caro a todos lo mexicanos.

Ganar elecciones cuando se enfrenta un partido de Estado es difícil. Más difícil todavía si las alianzas opositoras no logran ponerse de acuerdo en lo más básico: ideas, propuestas y plataforma. La ruptura que atestiguamos ayer en la Coalición Va Por México puede ser el primer paso para asegurar el triunfo de Morena en 2024. Aún cuando, ya pasado el desaguisado legislativo sobre la Guardia Nacional, el PRI y el PAN vuelvan a unirse, la rotundidad de sus diferencias ideológicas terminará por decolorar cualquier propuesta que muestre a la sociedad que en verdad se ofrece un cambio.

“Mas vale malo conocido que bueno por conocer” reza un dicho mexicano. En la idiosincracia de los mexicanos, el cambio es al mismo tiempo un lujo y un riesgo. Lo primero porque se pierden las prebendas ganadas con el gobierno en turno (becas, subsidios, etcétera) y lo segundo, porque quizá el que viene resulte peor.

El mal manejo de la economía, la militarización del país, los ataques a la prensa, la violencia fuera de control en todos los rincones del país ha resultado en un descontrol que es evidente dentro y fuera de las fronteras. Con todo esto, uno podría concluir que la disfuncionalidad del sistema llevaría a los ciudadanos a votar por un nuevo presidente y un partido diferente. Sin ideas, sin plataforma, y sin nada más que ofrecer que un cambio de nombres, el cambio parece poco probable. No será el caso en México, como no ocurrió en Hungría ni ocurrirá en Turquía.

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