Finalmente Liz Truss renunció. En el caos que hoy es la política en el Reino Unido, este era, digamos, el mejor escenario —entre sólo malos— para el Partido Conservador. La renuncia de Truss como primera ministra aleja —aunque sea temporalmente— el fantasma de una convocatoria a nuevas elecciones que podrían arrebatarles la cómoda mayoría con la que cuentan ahora.
Sin embargo, con tres primeros ministros en los últimos seis años, dos de ellos en el último año, los Tories enfrentan el reto divididos y con apenas 20% de aprobación. Luego del Brexit, pareciera que el Partido Conservador va dando tumbos sin lograr encontrar el rumbo.
A la salida de David Cameron, sobrevino la llegada del lamentable periodo de Theresa May, seguido del cómico-vergonzoso de Boris Johnson, cuyo desastroso periodo y penosa salida parecía que no podría ser superado.
Pero llegó Liz Truss y en tan sólo 44 días logró dejar un país con la economía en caída libre, la peor inflación del G7 (la única con doble dígito) y con un mercado en caos por las constantes reversas en su política fiscal y energética.
Su discurso de disculpa de hace unos días “por los errores cometidos”, de nada le sirvieron para mantenerla en el poder. Su destino estaba marcado y era cuestión de tiempo su salida, empujada, hay que decirlo, por sus propios compañeros de partido y de bancada. Su negativa a someter sus políticas económicas y fiscales a la evaluación de la independiente Oficina de Responsabilidad Presupuestaria y el terrible resultado de las mismas puede ser la antesala del fortalecimiento de una institución creada precisamente para evitar algo así.
Sin embargo, aun cuando la renuncia de Truss aleja la tormenta electoral, no disipa los nubarrones de una posible implosión dentro del propio partido y es que a los nombres de Rishi Sunak o Penny Mordaunt como candidatos a sucederla, algunos parlamentarios han dejado correr la versión de que podrían estar dispuestos a apoyar el regreso de Boris Johnson haciendo campaña bajo el hashtag #Bring BackBoris (“Traigan a Boris de Regreso”).
Cualquiera de los dos primeros sería mucho más capaz de dar la estabilidad que requiere el país en momentos de crisis. Johnson no deja de ser la razón por la que, hoy por hoy, el Reino Unido está donde está. Elegir a Johnson sería, para el partido Conservador, echar a perder su, quizá última, oportunidad de designar a un primer ministro que se mantenga en el cargo el tiempo suficiente para enmendar los errores.
El presidente del Comité 1922, responsable de organizar la elección de quien sustituirá a Truss adelantaba que tienen hasta el 28 de octubre, pero que la decisión podría incluso adelantarse al mismo lunes 24 en que se cierra la fecha para que los posibles candidatos logren las 100 firmas de respaldo de parlamentarios que han establecido para aparecer en la lista.
Los retos para el Partido Conservador son tres muy claros: 1) elegir un premier con suficiente legitimidad para unir a un partido que parece estar resquebrajándose. 2) Elegir rápido, antes de que las presiones para convocar a elecciones arrecien y hagan más difícil el proceso de selección; y 3) Quizá el más importante, elegir un primer ministro capaz, que dure y que haga las cosas bien. Ninguno de los tres fácil de lograr.
Por lo pronto, los chistes con cabezas de lechuga con ojos y peluca dejan espacio a un periodo de incertidumbre que, esperemos, sea muy corto.
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