Las modas nos han metido, sobre todo a las mujeres, en una batalla permanente con nuestro peso y con nuestro cuerpo. Nos han puesto en un lugar donde todo el tiempo estamos demasiado conscientes del espacio que ocupamos, de nuestras medidas, de cómo nos vemos o de cómo creemos que los otros nos ven.

El otro día a consulta llegó una chica nadadora. Practica este deporte hace unos 8 años y lo disfruta. Reconoce que le gustaría más ser corredora, que es más “fashion” y esta más de moda pero que no puede correr porque es muy pesada. De hecho, para eso vino, para ver si logra perder peso para poder dejar de nadar y empezar a correr.

Seguimos conversando y cuando le pregunté por qué nada o qué le gusta de la natación se quedó pensando y después de un rato y un par de “no se” me dijo: es que cuando estoy en el agua es el único momento del día en que no cargo mi peso, mi cuerpo. En el agua floto, soy liviana, o al menos así me siento.

Me sorprendí, porque para ser honestos, es una confesión cierta.

De primera impresión se ve alta, fuerte sin embargo dice que todo el día sufre ser ella misma porque todo el día “pesa mucho” a pesar de que no tiene tanto sobrepeso, mide 1.70 y pesa 85 kilos. Si bien podría perder unos 10 kilos, tampoco es tanto como para padecerlo tanto todo el tiempo. Siempre se ha sentido “gorda” a pesar de tener un sobrepeso que para mucho ni siquiera es un tema y eso es lo que la ha mantenido lejos de las cosas que le gustan. Soñaba con ser bailarina o gimnasta, pero eso no va, según ella, con el tipo de cuerpo con el que nació.

Tiene novio, es exitosa en su trabajo, es joven aún. A sus casi 30 años reconoce que ha perdido casi la mitad de su vida haciendo dietas y ejercicio extenuante, ha pasado la mitad o más de sus días pensando que podría ser más flaca y con ello feliz.

De hecho, hace natación o spinning sólo porque quiere no subir más de peso, no porque le guste. Todos los días vive una batalla con ella misma entre quedarse en la cama o ir al club, entre comer o no comer. Está agotada. Quiere cambiar su vida. Quiere ver si puede comer mejor, tener más energía, pero sobre todo, dice que vino a verme porque sabe que soy nadadora y quisiera que yo le ayude a amar el deporte tanto como yo lo amo.

No supe qué responder. Creo que los amores verdaderos, las pasiones surgen desde dentro. Nadie puede enseñar a otro a disfrutar, eso lo tiene que aprender cada uno.

Le dije que con mucho gusto yo puedo darle tips y recomendaciones de lo que yo hago para gozar cada que me meto a la alberca, al río o al mar pero que ella tendría que tener una seria conversación con ella misma para comenzar a reconciliarse con su cuerpo.

En la medida en la que ella deje de pelear consigo misma y con todo lo que sí es, dejará de necesitar y buscar lo que no tiene y siente que le falta.

Debe dejar de matarse de hambre, debe dejar de beber 3 litros de agua al día y 8 cocas de dieta, debe dejar de ayunar y laxarse, debe dejar de hacer ejercicio hasta sentir que cada centímetro de su cuerpo está agotado, debe poder dormir y descansar, debe poder volver a salir con sus amigas y tomarse una copa de vino. Debe, o debería intentar tener una vida normal, entera, plena porque solo así, cambiando por dentro, podrá cambiar por fuera.

Espero poder ayudarla, así como espero poder dejar huella en quienes siguen usando el ejercicio como un castigo y la comida como un premio.

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