Hay proyectos que merecen bien de la Patria. Y de muchas otras donde la violencia cobra tantas vidas como el crimen en la nuestra. Por fortuna, no reposa el ingenio para proponer iniciativas que alivien el infortunio. En el escenario internacional, nuestro Primer Mandatario formula propuestas y acredita los valores políticos y morales que imperan en esta República. Por ello podemos encabezar dignamente la legión de pueblos en marcha a la paz y el progreso.

A quienes olvidan los impulsos justicieros del Mandatario habrá que recordarles las iniciativas humanistas que ha planteado a la comunidad de las naciones. Para no ir más lejos, recordemos el “Plan Mundial de Fraternidad y Bienestar”, que el jefe de las instituciones (como debiéramos decir de nuevo) propuso ante las Naciones Unidas el 9 de noviembre de 2021. De paso, invitó a combatir la corrupción, como lo hacemos en México, con estupendos resultados. Pero la comunidad internacional actuó como “florero” ante las propuestas mexicanas (así lo dijo el proponente), mientras la humanidad desfallecía.

Hace días, el Mandatario recuperó el hilo de sus proyectos bienhechores e instó al mundo (tundiendo de paso a las grandes potencias, a las Naciones Unidas y a la OTAN, que lo merecen) a constituir una comisión sembradora de la paz para resolver el conflicto que ha enfrentado a Rusia y Ucrania. El autor de la iniciativa, saludada con emoción por millones de seres humanos que ya no saben cómo salir de sus desgracias, sugirió la forma de constituir la comisión, con dignatarios que quizás se hallaban muy tranquilos sin sospechar la designación que fraguaba el gobernante de México.

Más tardó el proponente en formular sus atinadas sugerencias que en recibir de un funcionario del gobierno de Ucrania un rechazo rotundo, que nuestro dirigente (que debiera serlo del mundo) supuso generado por la mala fe y el elitismo, aunque no detalló por lo pronto en qué consistían esos motivos del lobo. Quizás los ucranianos no han digerido todavía la tibia reacción del Mandatario mexicano cuando Rusia inició la “operación especial” sobre Ucrania, reacción que afortunadamente reorientaron el Embajador de México ante Naciones Unidas y el Secretario de Relaciones Exteriores.

Sea lo que fuere, la propuesta mexicana puede ser redentora para un mundo en crisis. Y puede serlo —he aquí el punto— también para nuestro país (¡sobre todo!), asediado por la división y la violencia. Con el mismo ánimo pacificador y constructivo, el autor de la iniciativa para el planeta podría plantear una para México. Quizás podría emprender en estas tierras ensangrentadas y en esta población dividida el establecimiento de una comisión pacificadora que nos devolviera la paz y la concordia.

Por supuesto, el propio Mandatario presidiría la comisión, con gran autoridad moral y política. Habría representantes de múltiples sectores que alegan ser objeto de agravios y negligencias: de las víctimas del crimen, la pandemia y la crisis sanitaria; de las mujeres desatendidas y privadas de la protección que reclaman; de las madres y padres de familia que han perdido el apoyo de escuelas y alimentos para sus hijos; de los niños que padecen graves enfermedades y no cuentan con las medicinas que los alivien. Y de otros millones de mexicanos que anhelan soluciones y que verían con buenos ojos que se creara en México una comisión redentora. Claro que el primer punto en el orden del día de la comisión benemérita sería moderar el discurso devastador que cada mañana anima la violencia donde debiera sembrar la concordia.

Profesor emérito de la UNAM

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