Las facciones autoritarias se valen de proclamas para confesar sus pretensiones. Recordemos el grito de guerra: ¡Muera la inteligencia! ¡Viva la muerte! Estos clamores se han multiplicado a lo largo de la historia. No son ajenos a México, aunque aquí los arropemos con proclamas “democráticas”. Se trata siempre de convocatorias que vomita el autoritarismo.
La ignorancia y el misterio facilitan la tiranía. Ésta prevalece cuando la ignorancia domina a la muchedumbre y sólo unos cuantos pueden conocer los secretos del poder. De la ignorancia y el misterio se han valido los practicantes y los aspirantes a la tiranía. Recogen aquellas proclamas en su discurso de ocasión. El de hoy podría ser: ¡Muera el INAI! ¡Viva la oscuridad!
Dice Norberto Bobbio que “la publicidad de los actos del poder representa el verdadero y propio momento de cambio en la transformación del Estado moderno de Estado absoluto en Estado de Derecho” (El futuro de la democracia, FCE, 1977, p. 115). La posibilidad de que el pueblo conozca lo que se mantuvo en secreto —intenciones, conducta, desarrollo, consecuencias— es condición de la democracia. Sin transparencia, retorna el poder absoluto, dueño de la verdad y de las conciencias. Y también de las urnas donde el pueblo deposita (ingenuamente) sus sufragios.
Ha costado mucho avanzar en el camino de la transparencia, que debe conducir —en un curso natural— a la rendición de cuentas y la asunción de responsabilidades. Sin embargo, la mano que esgrimió el cuchillo que “destazaría” al INE, ha vuelto a empuñarlo para destazar al INAI, prenda de nuestro desarrollo democrático en el derecho a la información. Molesta al talante autoritario que preside la vida de la República el desempeño de los órganos constitucionales autónomos. Opta por someterlos, difamarlos o sofocarlos. Todos los medios son aprovechables para retroceder y negar derechos y libertades penosamente recuperados o conquistados.
Contra viento y marea, el INAI ha brindado un excelente servicio a México en un terreno resbaladizo, colmado de asperezas: la indagación y exposición de la realidad, es decir, de la verdad (que tanto incomoda al pretendiente de poder omnímodo). Es mejor, dicen los depositarios de la autoridad pública (atrapados en sus conversaciones, que son verdaderas conspiraciones), vivir en el “mundo ideal” en que se informa en “matinées” y prevalecen los “otros datos”, jamás exhibidos ni discutidos, sustraídos al conocimiento del pueblo. ¡Viva, pues, la oscuridad, instrumento de un gobierno “eficaz”! ¡Nada perdemos y mucho ganamos si ponemos al gobernante bajo el amparo las tinieblas! ¡Sí, que desaparezca el INAI!
En este lance —nueva medición de fuerzas, otras “vencidas” entre el gobernante y la democracia— hay otro hecho que llama la atención: la eficaz presencia de mujeres en el INAI, defensoras del derecho y la libertad, sin menoscabo del buen papel cumplido por varones: Jacqueline Peschard, María Marván, Patricia Kurczyn y la actual presidenta Blanca Lilia Ibarra, que mantiene su trinchera con valor y dignidad. Ha habido otras, pero no pretendo agotar aquí la relación de comisionados y comisionadas que han servido con entereza su misión. Menciono a aquéllas como ejemplo de trabajo y constancia. Para arreciar la arremetida contra el INAI, la poderosa corriente antifeminista ha elegido el momento en que una mujer preside ese organismo.