En el proceso electoral sellaremos el destino de México. Está en juego la vida de la República. Tal es el tamaño, el sentido, la relevancia de las determinaciones que adoptaremos, consultando la conciencia de cada uno y la conciencia de México. Ponderemos, pues, la trascendencia de las palabras y las acciones. Y midamos los riesgos, los retos y las alternativas. No lo hicimos en el pasado, cuya losa llevamos a cuestas; hagámoslo en el presente.

El autoritarismo se apoderó del gobierno y lo ejerce con profusión y sin límites. No respeta las instituciones (“al diablo con ellas”) ni se sujeta a las normas que los gobernantes prometieron cumplir y hacer cumplir (“no me vengan con que la ley es la ley”). Bajo ese autoritarismo han padecido derechos y libertades. La dictadura sobrevuela. ¿Será esa nuestra herencia?

La declinación de la legalidad —a la que se agrega la violencia desenfrenada, incontenible— impera en todos los órdenes de la vida pública. La democracia es uno de ellos. Y al autoritarismo se añade el tsunami que podría sepultar nuestra democracia, nuestro progreso, nuestras libertades. De esa naturaleza es el riesgo que afrontamos, y de ese tamaño serían sus resultados si no oponemos una muralla firme y clara, construida por la mayoría de los ciudadanos.

En un certero análisis de la realidad y de los peligros que acechan, Luis Rubio resume los días venideros: “No hay más que dos escenarios para el fin del sexenio actual: mal y muy mal “. Lo que está haciendo el presidente “no puede acabar bien (…) ha tenido una gestión devastadora y, por eso, el final del sexenio no podrá ser bueno” (¡En sus marcas! México hacia 2024, Grijalbo, México, 2023, pp. 27-28). No aceptemos pasivamente la posibilidad de que el sexenio que iniciará en 2024 traiga consigo la continuación de las desgracias que hemos sufrido (economía, salud, educación, democracia, relaciones internacionales, seguridad pública y mucho más). Los ciudadanos pueden dar un gran golpe de timón en las urnas.

Respeto profundamente las decisiones personales de los compatriotas que se han retirado del Frente por México. Lo hacen en ejercicio de su libertad. Pero les invito —como a los millones que permanecerán en esta trinchera de la República— a considerar el peligro que nos amenaza y mantener con celo las filas de quienes deseamos evitarlo. Reconozco distancias, diferencias, agravios: los hubo, los hay, los habrá. Pero serán infinitamente mayores los que vendrán si no detenemos a tiempo la avalancha que se avecina, anunciada y proclamada. Ojalá que reconsideren quienes han optado por replegarse. Ojalá que Movimiento Ciudadano se sume, finalmente, al Frente por México. Ojalá lleguen pronto otros sectores de la sociedad civil, movidos por el instinto de supervivencia y la reflexión madura.

De las muchas palabras que hemos escuchado, hay varias que implican una previsión razonable y una decisión muy firme. Así, la declaración de Enrique de la Madrid, cabal ciudadano: “¡Yo no me bajo!”; la advertencia de Xóchitl Gálvez: “Usted me entregará la banda presidencial, que recibiré con una sonrisa”; la afirmación de Santiago Creel: “Estoy más puesto que nunca”; las palabras de Beatriz Paredes: “Voy decidida”. Valoremos las alternativas existentes, y pensemos en lo que sería de México si sucumbiera la democracia y “ya saben quién” se alzara con la victoria.

Suscríbete aquí para recibir directo en tu correo nuestras newsletters sobre noticias del día, opinión, y muchas opciones más.
Google News

TEMAS RELACIONADOS