Los conservadores arremeten y el Presidente responde como el Tenorio: “Cuán gritan esos malditos”. Tiene derecho y deber de defenderse. Para ello cuenta con hechos y razones. Uno de sus feligreses me pidió dedicar este artículo a poner los puntos sobre las íes. Dijo: “Llamemos al pan, pan, y al vino, vino. Enviemos a los conservadores al lugar que les corresponde: el círculo más profundo del infierno”. En consecuencia, solicito la venia de mis lectores para reproducir, a la letra, lo que me dictó ese feligrés iracundo.
Mi interlocutor dijo: “Hemos sido tolerantes con los conservadores, que mienten y difaman. Afortunadamente, el Supremo los pone en su sitio cada mañana con información que pasa la prueba del fuego. Se vale de una reflexión prudente aderezada con benévola sonrisa paterna”.
Prosigue mi interlocutor y yo apunto: “Enhorabuena que se divida a la nación entre buenos y sabios mexicanos y traidores a la Patria. Basta de críticos que alteran la historia y olvidan los malos gobiernos que padecimos. Entiendan, señores: antes era una cosa y ahora es otra. No somos iguales. ¡Que se sepa!”
Más todavía: “Los enemigos del pueblo, que pululan, andan gritando que la 4T quebranta la economía, genera desempleo, impide inversiones, multiplica la pobreza. ¡Calumnias! En realidad, la economía avanza como locomotora (de tren bala), se multiplican los empleos, cede la pobreza y vivimos felices. Los conservadores, incapaces de reconocer el progreso que asoma en todos los rincones, calumnian a la 4T diciendo que la inversión se ha contraído y hemos perdido fuentes de empleo. ¡Falacias! Hay datos durísimos que prueban lo contrario”.
Y más: “Esos adversarios irredentos publican que la inseguridad prevalece y los crímenes abundan. Pero sabemos que éstas son exageraciones propiciadas por los medios neoliberales. La verdad es que ahora vivimos en paz y seguros, andamos dondequiera con la certeza de que no sufriremos apuros, la delincuencia se repliega y las naciones extranjeras (tan metiches) recomiendan a sus ciudadanos transitar por todas las regiones de México”.
Continúa: “Los reaccionarios, armados de falacias, gritan contra un gobierno que se ha distinguido (como ninguno, desde Guadalupe Victoria) por su respeto a la Constitución que nos rige, a la libertad de expresión, a las garantías individuales, a la división de poderes. ¿Acaso no hay pruebas fehacientes (óiganse las mañaneras) de que por ahí vamos?”
Sigue la defensa, y yo sigo reproduciendo: “Los apátridas, hipócritas, conspiradores (con abogados vendepatrias a la mano y jueces venales), clasemedieros y aspiracionistas denuncian imaginarios retrocesos de la educación y la salud, la ciencia y la cultura. Pero éstas no se repliegan como en otros tiempos, sino avanzan viento en popa. Disfrutamos de una educación de avanzada y de un sistema de salud que ya quisieran los escandinavos”.
Culmina mi inspirado interlocutor, del que tomé dictado para celebrar esta época de buen gobierno: “Los conservadores alentados por potencias extranjeras y traidores locales, pretenden desacreditar nuestro sistema político. Pero sabemos que el gobierno y sus afines son respetuosos, hasta la náusea, de las libertades políticas y de la más diversas opiniones, a salvo del abuso y del capricho. Somos Estado de Derecho”.
El defensor del Supremo concluye, y yo termino: “¿Qué pretenden, pues, los reaccionarios que gritan a mansalva? ¡La perdición de la Patria! Por eso puede decir nuestro ejemplar Mandatario, con la rabia del Tenorio: “¡Cuan gritan esos malditos, pero mal rayo me parta si en terminando esta carta no pagan caro sus gritos!”.