Nunca me sedujo la proclama: “El rey ha muerto, viva el rey”. Comprendo su sentido, pero no comparto su amargo fondo. En todo caso, un relevo es un relevo —Perogrullo— y hay que afrontarlo en sus circunstancias y en sus consecuencias. El asedio del Ejecutivo, cumplido por el Legislativo (en el sector donde impera la docilidad), se ha volcado contra todos los espacios de la política y la sociedad. Nadie se salva (¿ni se salvará?) de esta deliberada devastación, que cunde a manos del poderoso para elevar el monumento de una nueva era bajo el imperio de un solo señor. Por lo pronto, el caudillo seguirá mirando hacia el INE.
Lorenzo Córdova y varios colegas han terminado su misión formal en el Instituto Nacional Electoral. Concluyeron en medio de un debate prohijado por sus detractores (que lo son de la democracia), al que han respondido los defensores de un sistema construido a lo largo de varias décadas, con voluntad y valor. Al término de su mandato, Córdova salió de esa institución como llegó a ella: con la frente en alto. No todos pueden ni podrán decir lo mismo.
El expresidente del INE ha dicho que pugnará en la trinchera académica por la vigencia de las ideas y las prácticas de la democracia. Enhorabuena. El retraimiento y el silencio no son propios de la convicción y la energía de un buen ciudadano. Mucho menos, cuando las arremetidas amenazan con destruir las columnas de la libertad y la democracia. Bienvenido, pues, en su retorno a la vida académica, con plenitud de derechos y dignidad.
En el largo proceso de relevo arreció el debate. Digamos, sin agravio para nadie, que el procedimiento seguido no fue persuasivo. Quedó cierta impresión de que la maquinaria tuvo una operación sesgada, lo que menos convendría para llevar adelante la nueva etapa de la democracia. En el camino hubo tropiezos. Los frenos y contrapesos —débiles, pero operantes— evitaron una catastrófica reforma constitucional y pusieron piedras en el by pass urdido través de ciertas reformas que buscan la acumulación del poder y la marginación de las actuales minorías, llamadas a ser futuras mayorías.
No ganó la exigencia: “El INE no se toca”, que debemos traducir como: “La democracia no se toca”. Hubo relevo en el Consejo General y habrá cambios formales ¿y materiales? en el ejercicio de su misión. Llegaron otros ciudadanos a ese órgano que vela en torno a lo que denominamos la “herradura de la democracia”. Ahora es la nación quien debe mantenerse en vela, atenta a lo que suceda allá, a sabiendas de que se reflejará en el porvenir de la República.
Coincido con quienes consideran que es muy pronto para llegar a conclusiones terminantes. Si lo hiciéramos incurriríamos en el maniqueísmo del que hemos sido víctimas. Que rija el beneficio de la duda, la observación honrada y puntual, hasta conocer la naturaleza y calidad de los frutos que darán los cambios en el INE, asociados al porvenir de las reformas electorales en marcha. Sigue en vigor la fórmula: “Por sus frutos los conoceréis”. Por lo pronto, confiemos en que los nuevos consejeros escucharán la demanda de la nación. Tienen la magnífica oportunidad de servir a México, aunque deban hacerlo a contrapelo del discurso demoledor que se eleva desde el Palacio Nacional.
Profesor emérito de la UNAM