“El agua y la tierra, los dos fluidos esenciales de los que depende la vida, se han convertido en latas globales de basura”. Este duro diagnóstico del investigador y biólogo marino Jaques Cousteau data de hace más de 30 años, pero está más vigente que nunca: la salud de nuestros océanos es frágil.

Dicha fragilidad supone amenazas serias a la seguridad alimentaria global, la sostenibilidad de sistemas productivos y la supervivencia misma de la especie humana.

Además de producir al menos 50% del oxígeno que respiramos y albergar la mayoría de la biodiversidad, los océanos –que cubren más del 70% del planeta– son el mayor sumidero de gases de efecto invernadero.

La economía azul mueve entre 3 mil y 6 mil millones de dólares al año y representa más de tres cuartas partes del comercio mundial, al tiempo que genera cerca de 350 millones de empleos en pesca, turismo e investigación.

América Latina y el Caribe tiene mucho para decir en esta conversación global. La región es una de las áreas marinas productivas más importantes y acoge biodiversidad marina única que representa una porción significativa del total mundial.

En este marco, considero que es indispensable agrupar las agendas globales de cambio climático, biodiversidad y océanos, tres áreas que intrínsecamente deben estar unidas y propender por una mayor coordinación, en procura de la sostenibilidad del planeta.

2022 marca un punto de quiebre para que América Latina y el Caribe haga un aporte contundente a las metas climáticas. Ese tránsito de una agenda exclusivamente verde a una que integre los temas azules debe darse igualmente de forma colectiva.

La Conferencia de los Océanos de Naciones Unidas, organizada conjuntamente por Kenia y Portugal, constituye un escenario ideal para impulsar las acciones requeridas a nivel global. La región es un actor imprescindible en la protección de los océanos. Todas las acciones para mitigar los efectos del cambio climático pasan por el vecindario. CAF, como banco de desarrollo de América Latina y el Caribe, está preparado para acompañar el proceso.

El tiempo de los diagnósticos ya pasó: es hora de pasar a la acción. En este sentido, la promoción de nuevos consensos internacionales –realistas, duraderos y efectivos– es clave para garantizar economías más resilientes y diversificadas, en un contexto de recuperación económica y de realidad marcada por el calentamiento global y ecosistemas debilitados.

En los próximos cinco años destinaremos 1.250 millones de dólares para financiar proyectos que contribuyan a preservar, dinamizar e impulsar los ecosistemas marinos y costeros. Los recursos de esta iniciativa permitirán diseñar e implementar proyectos que promuevan la economía azul, con énfasis en la restauración de ambientes marinos y costeros, carbono azul, energía marina renovable, pesca y acuicultura sostenibles, así como pago por servicios ecosistémicos, ecoturismo y mejoramiento del manejo de áreas marinas protegidas.

En el marco de la Conferencia, la Institución está impulsando el convenio para la protección del Corredor Marino del Pacífico Tropical Oriental, conocido como CMAR. Se trata de una zona compartida por Colombia, Costa Rica, Ecuador y Panamá, que genera más de 3.000 millones de dólares anuales, derivados principalmente de la pesca, el turismo y el transporte marítimo. La propuesta de CMAR es que las áreas marinas protegidas creen un corredor libre de pesca que cubra al menos 500 mil kilómetros cuadrados.

También se presentan iniciativas en materia de economía azul enfocada en el manejo costero integrado y se brindará apoyo a negociaciones climáticas y de biodiversidad.

Como lo anunciamos en la COP26 de Glasgow, destinaremos 25 mil millones de dólares en financiamiento verde hasta 2026 para contribuir a las metas climáticas y ambientales nacionales e internacionales de nuestros 20 países miembros.

La clave para lograr avances significativos en este frente –vital para el presente y el futuro– radica en afianzar un trabajo cooperativo, con liderazgos fortalecidos y renovados. El camino será siempre el diálogo y la concertación. La naturaleza y nuestra biodiversidad –el agua– no reconocen fronteras. En este sentido, CAF se posiciona como un denominador común para aglutinar los esfuerzos en marcha.

La región es un actor fundamental para impulsar la acción climática global. Tomar decisiones en conjunto y actuar por nuestra supervivencia parece ser la receta ideal para superar las divisiones y los discursos polarizantes. No permitamos que la fragilidad de nuestros océanos se agrave, haciendo realidad las advertencias que, con razón, lanzó hace más de tres décadas el legendario comandante del Calypso.

*Presidente de CAF – Banco de Desarrollo de América Latina 

 

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