Dice el dicho que hay trenes que solo pasan una vez en la vida y que, si los dejas escapar o no logras subir a tiempo, la oportunidad que representan se desvanece para siempre. Si trasladamos esta lógica a la geopolítica global y hacemos foco en América Latina y el Caribe, el tren tiene un contorno bien definido: cambio climático, digitalización, crisis alimentaria, nuevas dinámicas comerciales y ciudades inteligentes. Perder el tren de estas grandes transformaciones, es decir, no participar de ellas activamente, implicaría más rezagos en prácticamente todos los indicadores socioeconómicos.
Por diversas razones históricas (la mayoría relacionadas con coyunturas domésticas complejas y con una escasa integración regional), América Latina y el Caribe ha tenido un papel secundario en el tablero internacional y no ha logrado sacar provecho de sus ventajas competitivas, las más notorias vinculadas a su rica biodiversidad (albergamos el 60% de la vida terrestre y marina del planeta); sus vastos recursos naturales (49% de las reservas de plata y 44% de cobre, por ejemplo); y su potencial agrícola (tenemos el 28% de la tierra con potencial para la agricultura).
Esto ha provocado que la región haya tenido una incidencia relativamente baja en la geopolítica global y que su voz, sus soluciones y sus éxitos no hayan tenido la resonancia que merecían. Para cambiar esta inercia histórica, necesitamos adoptar una posición más proactiva en los foros de decisión globales y visibilizar los avances que estamos logrando día a día en nuestras comunidades, ciudades y países. Un compromiso más activo y decisivo también nos ayudará a crear nuevas sinergias internacionales y a integrar rápidamente los desarrollos punteros que se producen en las economías más avanzadas.
El cambio climático es uno de los ámbitos más ilustrativos en este sentido. Se calcula que hasta el 37% de las necesidades de mitigación pueden afrontarse con soluciones basadas en la naturaleza. Por ejemplo, reducir la degradación y destrucción de los bosques, manglares y otros ecosistemas puede minimizar las emisiones de gases de efecto invernadero. Dada nuestra rica biodiversidad, somos un actor clave para preservar la estabilidad climática global. El planeta necesita de nuestro liderazgo para garantizar su propia supervivencia, y la región deberá aprovechar esta posición para lograr un crecimiento económico sostenido que le ayude a superar las brechas estructurales en pobreza, competitividad e inclusión.
América Latina también puede liderar la seguridad alimentaria global. La población mundial demandará un 60% más alimentos para el 2050, hecho que nos ofrece una oportunidad inigualable para convertirnos en el granero del mundo. Los retos son numerosos y esto todavía es una quimera, pero debemos comenzar a concretarlo. Actualmente, la mayoría de la producción recae en 14 millones de pequeños agricultores cuyo nivel de acceso a tecnologías básicas es muy bajo. Necesitamos aumentar la inversión para desarrollar e integrar tecnologías agrícolas, mejorar los conocimientos tecnológicos de los agricultores y crear infraestructuras competitivas.
Otro frente en el que América Latina ya está aportando soluciones globales es en la construcción de ciudades sostenibles, inteligentes y respetuosas con el medio ambiente. La red de Biodiverciudades de CAF, por ejemplo, está integrando la conservación y uso sostenible de la biodiversidad en la planificación y el ordenamiento urbanos, para convertir a las ciudades en una fuente de crecimiento, inclusión, bienestar y progreso. Según el Foro Económico Mundial, en promedio, este tipo de soluciones son un 50% más costo-efectivas y generan un 28% más de valor agregado que las actividades tradicionales.
El último ámbito en el que la región debe elevar su voz es el de la transformación digital. El tren de la revolución digital no es una oportunidad, es un imperativo ético, económico y social. La pandemia abrió enormes oportunidades, como el impulso a la educación virtual, el teletrabajo, el desarrollo del comercio electrónico y el crecimiento de los servicios en Internet. Sin embargo, todavía existen 172 millones de latinoamericanos sin acceso a Internet, 30% de ellos en zonas rurales. Convertirnos en un actor clave en este ámbito implica más inversiones en infraestructuras digitales, más integración para lograr un mercado único digital, más gobiernos ágiles y menos brechas de acceso.
Para ayudar a la región a subir al tren de las grandes transformaciones globales, desde CAF -banco de desarrollo de América Latina- organizamos en Nueva York, en el marco de la 77 Asamblea de la ONU, las jornadas “Muchas voces, una sola región”, un espacio de reflexión con líderes globales, jefes de Estado y premios Nobel latinoamericanos para contribuir con experiencias y soluciones de alcance global a los retos que enfrenta la región en temas como acción climática, biodiversidad, transición energética, ciudades, género, inclusión o diversidad.
Para amplificar el mensaje y las soluciones latinoamericanas es imprescindible que cultivemos un espíritu de cooperación y entendimiento. Solo así lograremos elevar la voz e impulsar el liderazgo de América Latina y el Caribe en las grandes transformaciones globales.
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