En el año 2003, terminé mi preparatoria en una escuela privada en el Estado de México y, mientras mis compañeros presumían sus ofertas de beca en distintas universidades privadas (una de las cuales también había recibido), yo me preocupaba por estudiar para aprobar el examen de ingreso a la UNAM. Mi interés en la UNAM era guiado por su excelente reputación en el área de las ciencias exactas y naturales.

Tuve el privilegio de que mi familia me pudiera apoyar para tomar un curso propedéutico y así llenar algunas de las inevitables lagunas causadas por cursar un bachillerato único; afortunadamente, este curso las llenó en un tiempo récord. Hasta donde sé, de varios que se presentaron, fui la única de mi generación que aprobó el examen y fue aceptada en la UNAM. Mi plan original era cursar la carrera de Biología y justo cuando revisaba la página, esperando los resultados, me encontré con un intrigante anuncio de una carrera llamada Ciencias Genómicas. Sonaba rarísimo y, por lo tanto, llamó mi atención; leí al respecto, envié mi aplicación y, después de una muy estresante entrevista, fui aceptada. En ese momento, no sabía qué tanto cambiaría mi vida haber tomado esa decisión.

Mi experiencia en la UNAM fue distinta a la del promedio, pero no por eso menos enriquecedora. Mi carrera, Ciencias Genómicas, se impartía sólo en el campus Morelos de la UNAM. Ser parte de la primera generación de esta carrera significó que sólo había un salón y que mi vida universitaria se limitaba a interactuar con mis otros 23 compañeros. Aun así, el hecho de que las instalaciones de la carrera estuvieran enclavadas entre dos centros de investigación nos permitía tener trato directo con algunos de los y las mejores investigadores del país, que eran nuestros maestros y mentores. Tomar clases de viva voz de los doctores Alejandro Alagón, Bolívar Zapata, Julio Collado, Susana López, entre muchos otros, fue un verdadero privilegio.

Asimismo, contábamos con las mejores instalaciones, con computadoras personales y con un clúster de súper cómputo a nuestra disposición, todo por la módica y simbólica suma que solicita la UNAM como pago.

En esta carrera, creé amistades duraderas y muches de mis compañeres ahora trabajan en empresas o tienen sus grupos de investigación tanto en México, como en el extranjero, por lo que nos hemos acompañado en el camino de la vida académica y apoyado a través de doctorados, postdoctorados y ahora dirigiendo nuestros grupos de investigación. Asimismo, probablemente debido al aislamiento inicial de la licenciatura, tenemos una comunidad muy cohesiva entre les egresades. Es increíble poder escribir en un grupo de Facebook y encontrar ofertas de trabajo alrededor del mundo, poder pedir consejos sobre alguna ciudad o país e, incluso, pedir hospedaje para poder asistir a una conferencia científica.

Agradezco a la Fundación UNAM por apoyar a nuevas generaciones de estudiantes a vivir la experiencia universitaria tan completa que ofrece la UNAM. Su labor es sumamente importante para permitir el acceso a la educación superior a estudiantes sobresalientes con recursos económicos limitados.

Con frecuencia, recuerdo el evento azaroso que me hizo ver ese intrigante anuncio de Ciencias Genómicas que terminó cambiándome la vida. Agradezco cada momento y le debo mucho a la UNAM. ¡Goya!

Investigadora titular de la Unidad de Genómica Avanzada, Cinvestav, Irapuato, Guanajuato

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