Roque
, como lo conocen dentro de la cárcel, fue sentenciado a 6 años de prisión en 1979 por robarse una bicicleta. Tenía apenas 18 años de edad.
Hoy Roque tiene una sentencia de 220 años. La cárcel de México lo formó.
Cuando Roque ingresó a prisión era un joven inquieto, como muchos de los que conocemos. Venía de una situación marginada donde no siempre había comida en la mesa de su casa. La cárcel hizo de las suyas y le introdujo las drogas como una alternativa para cubrir el hambre y su propia realidad. Las drogas se volvieron su mejor aliado y Roque, con tal de obtenerlas, era capaz de cualquier cosa.
De acuerdo con datos de la ENPOL a diciembre del 2021, poco más de las personas que están privadas de su libertad consideran que haber estado en un centro penitenciario afectará sus posibilidades de reintegrarse al ámbito laboral una vez que cumplan su condena.
Roque forma parte de este porcentaje de internos que buscan sobrevivir y navegar su propia realidad por medio del consumo de drogas y sustancias que los alejan del contexto en el que viven, pues desde hace mucho tiempo han perdido toda esperanza de “armarla” allá fuera, en el mundo libre de las rejas.
Encarcelado en una de las cárceles más peligrosas de México en ese entonces, Roque aprendió a matar a cambio de dinero. “Plumita”, les dicen en la cárcel. Son ajustadores de cuentas donde una sentencia de 20 años extras no les hace una diferencia sustancial, de todos modos, nunca van a salir.
Este es un ejemplo de la crudeza con la que los propios internos visualizan su futuro fuera de prisión. A nivel nacional, con la misma fuente citada, solo 4 de cada 100 personas privadas de la libertad consideraron probable volver a cometer alguna conducta delictiva después de salir del centro penitenciario.
Roque tiene casi 60 años y la cárcel ha sido su vida y su hogar.
Roque, un hombre bisexual, contagiado de VIH cuyo cerebro presenta grandes deficiencias debido al uso excesivo de drogas, hoy busca una alternativa.
Lleva ya 11 años sin consumo de lo que alguna vez fue su sustento; la cárcel, su hogar, irónicamente ha sido y es su más grande enemigo para poder rehacer su vida y trazar un nuevo camino.
¿Cuál es la utilidad y el propósito de nuestro actual sistema penitenciario ?
Nuestra ya recurrente y triste tradición punitiva, en un país marcado y dolido por la violencia , con un sistema de impartición de justicia incapaz de encontrar formas alternas para resolver los conflictos, ha dado como resultado una mezcla perfecta para que nuestras cárceles sean auténticas plazas de criminalidad.
Ojalá historias como la de Roque fueran un caso aislado, pero lo cierto es que representa a miles de hombres y mujeres que al interior de los centros penitenciarios tienen que aprender a sobrevivir y adaptarse, pues en muchas de las cárceles o sobrevives o mueres.
Nuestro sistema ha fallado a tal grado que, la falta de una política eficiente de reinserción y la incapacidad para crear un sistema para acceder a la justicia sin la obligación de pisar la cárcel, ha creado sobrepoblación en muchos de estos espacios, la falta de interés del gobierno nos ha conducido al autogobierno; pues, ante los vacíos de poder, la delincuencia organizada ha encontrado un nicho para sus operaciones diarias, pasando a un segundo plano todo intento de reinserción y readaptación social.
¿Cuántos Roques seguiremos fabricando antes de poder exigir voltear a ver a nuestras cárceles como un pilar para la creación de un México en paz?
¿Hasta cuándo consideraremos urgente la dignificación y "humanización" de nuestras cárceles para que estén enfocadas en crear mejores condiciones para las personas que las habitan?