En México, la violencia de género es una herida abierta que desangra a nuestra sociedad. Las víctimas quedan atrapadas en un ciclo de abuso y revictimización que solo parece romperse cuando sus casos se vuelven virales. Cada historia muestra una brutalidad desmedida: el 1 de noviembre, Alejandra Rivas y su pequeña hija de apenas un año fueron encontradas sin vida, en un acto de violencia extrema que sacudió a todos. Melanie también sufrió una agresión terrible a manos de Christian de Jesús, quien la golpeó públicamente hasta que su video recorrió las redes, empujando a las autoridades a emitir una alerta migratoria para detenerlo.

Las agresiones quedan desatendidas hasta que los videos circulan en redes sociales. Otro ejemplo de esta dinámica es el caso de Carlos Antonio, quien golpeó brutalmente a su novia con un tubo y luego se mostró “arrepentido” en un video desgarrador que se hizo viral. Fue esta misma exposición, y no la denuncia de su novia, la que impulsó a las autoridades a actuar. La vida y los derechos de las víctimas quedan relegados, como si dependieran de las tendencias digitales para obtener justicia.

Además, en su afán de mostrar una respuesta, las autoridades actúan sin el debido proceso, y eso nos pone en riesgo a todos, como en el caso de Rodolfo “El FofoMárquez, donde se le acusó de intento de feminicidio en lugar de lesiones. Aunque el comportamiento de Márquez sea deplorable, no se debe vulnerar el debido proceso; el respeto a la justicia debe aplicarse sin excepciones. Esta respuesta pública busca simular una justicia que en realidad no llega a las mujeres comunes, aquellas cuyos casos no aparecen en los medios. Es crucial señalar que en ningún caso debe justificarse la violencia, pero tampoco pueden las autoridades basarse en castigos desmedidos para aparentar justicia. ¿Cómo garantizamos la no violación al debido proceso para que todas y todos podamos acceder a la justicia?

En la crudeza de la vida cotidiana, las mujeres que intentan denunciar se enfrentan a un sistema que, lejos de protegerlas, las revictimiza. En "Maldita entre todas las mujeres," relato el caso de Karla, una mujer que, tras sufrir una golpiza que le dejó lesiones físicas evidentes, decidió acudir al Ministerio Público. Allí, pasó cinco horas intentando levantar una denuncia, solo para verse obligada a regresar a su hogar antes de que su pareja la encontrara, temiendo que la situación empeorara y arriesgando su propia vida.

Al pensar en Karla, no deja de sorprenderme cómo, en otros casos, el impacto de la mediatización puede cambiar el rumbo de las cosas. En el caso de Melanie, cuya agresión fue igualmente brutal, el hecho de que su video circulara en redes sociales generó una alerta migratoria casi inmediata para detener al agresor. La diferencia radica en la exposición pública y nos lleva a cuestionarnos por qué la protección y la justicia para las mujeres dependen, tantas veces, de la viralidad en lugar de ser un derecho asegurado para todas.

¿Estamos realmente avanzando en la protección de las mujeres en México? ¿O esta justicia mediática es solo una cortina de humo para encubrir la falta de protocolos y recursos efectivos? Al conmemorar el Día Internacional Contra la Violencia hacia la Mujer este noviembre, es vital preguntarnos si estamos generando una falsa sensación de seguridad, una justicia ilusoria que solo se activa cuando los casos se vuelven virales y las redes sociales gritan con la fuerza que el sistema legal no tiene.

La violencia de género y familiar en nuestro país es una realidad abrumadora. Según la ENDIREH, aproximadamente el 70% de las mujeres mayores de 15 años en México han sufrido algún tipo de violencia a lo largo de su vida. Diez mujeres son asesinadas cada día en México, y los refugios para víctimas reciben anualmente a más de 24 mil personas, incluyendo a los hijos de mujeres que buscan escapar de una vida de maltrato constante.

Este mes no debemos dejarnos engañar por discursos y aparentes respuestas de una justicia simulada. No podemos aceptar que el sistema solo responda cuando la violencia se vuelve espectáculo; no podemos permitir que la lucha de las mujeres en México dependa de que sus casos sean o no mediáticos. Cada número en las estadísticas representa una vida, una historia, una persona que ha perdido algo irreparable. Conmemorar este día debe ser más que una reflexión; debe ser una llamada a la acción real. Porque mientras sigamos siendo una sociedad que solo responde cuando las redes hablan, la justicia seguirá siendo una fantasía para miles de mujeres. Es nuestra obligación recordar que el cambio sólo será real cuando la violencia deje de ser parte de nuestro día a día y cuando cada mujer, sin importar su circunstancia, pueda vivir con la certeza de que el sistema está ahí para protegerla.

Presidenta de Reinsertaz

Únete a nuestro canal ¡EL UNIVERSAL ya está en Whatsapp!, desde tu dispositivo móvil entérate de las noticias más relevantes del día, artículos de opinión, entretenimiento, tendencias y más.
Google News

TEMAS RELACIONADOS