Las lágrimas ruedan por mis cachetes. Tengo un dolor en el pecho como si me estuvieran pisando, y me cuesta concebir el ritmo de mis respiraciones.
Pensarías que una mujer que está metida en el sistema penitenciario, que está en contacto con la miseria humana de forma constante y que lucha contra corriente con las historias de corrupción e injusticia todos los días está curtida. Pensarías que dejé de sentir el dolor profundo de escuchar las historias más tristes y que con dificultad me quiebro ante situaciones de desgracia humana. Yo pensaba lo mismo.
Tiene 17 años, bueno eso creemos, y sale en dos días de la comunidad de tratamiento para adolescentes en conflicto con la ley. Por su propia seguridad en sus entrevistas nunca especificó de qué entidad es originario. La realidad es que cuando salga probablemente lo vayan a matar y hoy hay poco que podamos hacer para evitarlo. Estamos tratando de sacarle un acta de nacimiento para que por lo menos salga con ese documento que lo identifique. El nombre se lo pusieron en esta institución por practicidad. Cuando llegó ni eso tenía. No tiene conocimiento de cuándo nació o desde cuándo vive en la calle. No conoce quién es su mamá, ni mucho menos su papá. Por lo poco que ha investigado, su madre se dedicaba a la prostitución y en una de muchas ocasiones fue violada y él es producto de ese abuso sexual.
Desde que tiene uso de razón fue admitido por la delincuencia organizada. Quizá tendría unos siete u ocho años. La falta de redes de apoyo e identidad que tenía fue un área de oportunidad para este grupo criminal. Fue entrenado para matar niños, mujeres embarazadas y sacerdotes. Estuvo encargado de las casas de seguridad donde se asesinaba gente y deshacían los cuerpos. Cuando las fiestas se ponían intensas lo usaban como el “pasivo” en las orgías que se organizaban. Conoce todas las drogas y no recuerda un punto de su vida donde no las consumiera. Declara que: “Me quitaban el hambre cuando no tenía que comer, y me ayudaban a olvidar todos esos recuerdos que no me gustan nada”.
La cárcel es lo mejor que le ha pasado. Por lo menos ahí lo contienen y protegen de estos delitos tan atroces. Su mirada está completamente perdida. Por más que busco, no encuentro la inocencia que debería tener cualquier niño. Le pregunto qué le viene a la mente cuando le hablo sobre amor y afecto. No tiene respuesta, presiento que no entiende de lo que le estoy hablando. Me habla de odio, violencia y venganza. No conoce otra cosa.
Estoy sentada con mi equipo y no encontramos una salida. Hacemos llamadas para ver si quizá alguna institución pueda acogerlo. Rebotamos nombres de los mejores psicólogos en trauma infantil y criminólogos de México. Pocos nos dan una solución para un caso así. Otros nos recalcan los riesgos en materia de seguridad que existen. Las alternativas se nos reducen. Los momentos de silencio se vuelven más extensos y las caras de quienes estamos ahí sentadas se inundan en una tristeza extrema. Con segundo año de primaria inconcluso, una identidad incierta, y su familia delictiva como su única red de apoyo, hay pocas cosas que podamos hacer por él.
Hay 35 mil niñas y niños que hoy pertenecen a la delincuencia organizada. 35 mil menores de 18 años que han encontrado un trabajo y un sentido de pertenencia. Han encontrado trabajo y familia como vendedores de droga, halcones y/o sicarios. Hay centros creados en los espacios más recónditos de nuestro país que tienen todo un ciclo sistematizado de cómo formar niñas y niños desde los siete u ocho años, para que sean miembros fieles y sin límites de las tareas incansables de vender droga, matar gente, desmembrar cuerpos humanos y luego deshacerlos en tambos de ácido. Están entrenados para cuidar a sus comandantes y defender las plazas.
¿Qué hemos hecho como sociedad para tener niños entrenados para matar niños?, ¿Qué tan deshumanizados podemos estar para permitir que existan niños que ni siquiera tienen nombre rondando por nuestras calles?, ¿Cómo podemos dormir en las noches sabiendo que nuestra falta de políticas públicas e instituciones gubernamentales están cerrando la llave del presupuesto para las víctimas de este país?, ¿Qué tenemos que cambiar radicalmente para que la delincuencia organizada no vea una área de oportunidad en usar a los niños como carnes de cañón?, ¿Qué necesitamos que pase en México para que digamos basta?, ¡Basta ya de rodeos!, ¡Basta ya de justificar nuestra indiferencia!, Basta ya de permitir que se deshagan instituciones como Pro-Víctima. Basta ya que el 97% de los delitos en México no se denuncien. ¡Basta ya de que nuestros niños piensen que la cárcel es lo mejor que les ha pasado!, por miedo a morir…