México tiene una gran deuda para con la sociedad, es urgente el replantear la manera en la cual ejercemos justicia y hacemos política criminal que tiene nuestro país para que realmente atendamos las causas que están sucediendo hoy, y que nos saquemos de la cabeza, esta ideología en que la venganza y la justicia son sinónimos.

En los últimos años, hemos implementado estrategias que tienen que ver con la creación de aumento de penas como medidas preventivas, cosa que hemos visto que no ha funcionado y le hemos dado atole con el dedo a la ciudadanía, se nos ha dado con el dedo pretendiendo que realmente hay un impacto de mediano y largo plazo, cuando en realidad hay un aumento de las penas desde una perspectiva legislativa.

La semana pasada tuve la oportunidad de ir a Chowchilla, California, fuimos a conocer el famoso modelo “Californiano”, un modelo que me impactó por muchas razones, y la principal fue cómo éste está basado en el entendimiento de que la justicia se tiene que ver desde la reconstrucción del tejido social donde nadie se queda atrás y donde absolutamente todas las personas, tienen derecho a una segunda oportunidad, desde una compasión social de entender que la delincuencia y las conductas antisociales muchas veces son corresponsabilidad social, esto sin justificar el delito, ni mucho menos exentar de culpa a quien comete un acto en contra de la sociedad, pero sí, viendo el sistema penitenciario como área de oportunidad para cambiar, crear y reconstruir ese tejido social que se ha roto durante los años. El modelo Californiano, que si bien es altamente criticado en una sociedad como la estadounidense, donde en algunos estados aún buscan la venganza y las medidas de seguridad en su sistema penitenciario como un especie de copia del modelo de Bukele, cuenta con programas que nunca había visto en una prisión antes.

Programas que fomentan el trabajo y la reparación al interior de los reclusorios incluyen iniciativas como talleres de creación de lentes, salones de belleza, y otros enfocados en restaurar el daño causado a la sociedad. Un ejemplo destacado es un programa integral de entrenamiento canino para personas con discapacidad, donde las personas privadas de la libertad aprenden a entrenar perros de asistencia. A través de este proceso, los internos desarrollan empatía y compasión, y al mismo tiempo, contribuyen al bienestar social al ofrecer perros entrenados para asistir a familias con algún tipo de discapacidad, ya sea mental, visual o física.

Otro programa es la reconstrucción de bicicletas que han sido desechadas. Estas bicicletas, prácticamente desahuciadas, son donadas a la cárcel, donde los internos las reparan y les dan una segunda vida. Una vez restauradas, se entregan a niños en situaciones de vulnerabilidad, devolviéndoles la posibilidad de disfrutar de su infancia, con la convicción de que todos los niños merecen la oportunidad de jugar y divertirse como parte esencial de su desarrollo. Estos programas no solo permiten a los internos reintegrarse a la sociedad a través del trabajo, sino que también ofrecen una forma de reparar y sanar las infancias marcadas por la violencia, el abandono y la marginación, brindando una nueva esperanza a las próximas generaciones.

Tuve la oportunidad oportunidad de platicar con Gerardo, un hombre que aunque de entrada muchos podrán rechazar este tipo de conversaciones y de opiniones, él es un pederasta que encontró por medio de un modelo que se llama “Road to Freedom” (camino a la libertad), un centro de atención al interior de reclusorio que no solamente vea la violencia sexual infantil, como una  solución reactiva, donde se encarcelan a quienes han agredido sin prevenir, sino que se asegura que por medio de un equipo médico de psiquiatras y psicólogos acompañen a los agresores a que no vuelvan a agredir otra vez, al final quienes entienden la base de esto, entienden que la violencia sexual infantiles es realmente irreparable, y una vez que hay una agresión, no importan los años de cárcel y no importa la reclusión, el daño está hecho y la recuperación de ello es muy difícil, por lo cual el enfoque en materia de prevención tiene que estar llevado también hacia los agresores y la ayuda que éstos puedan recibir para no tener víctimas.

Insisto en México, tenemos que redefinir la justicia, tenemos que entenderla, y conocer sus fallas, porque los números a consecuencia de la falta de esta, no cesan. Tenemos que entender que la base de la justicia no es el punitivismo sino la justicia que restaura a una sociedad lastimada por la violencia, muchas veces irreparable, que vemos hoy en las calles de nuestro país.

Existe una gran deuda tanto por parte de los políticos como de la sociedad. Es crucial entender que, al redefinir la justicia, debemos reconocer que la seguridad en este país no puede ser politizada. La seguridad debe trascender más allá de un sexenio. Esto es lo mínimo que merecen las y los mexicanos: un plan de acción a mediano y largo plazo que garantice la seguridad, el bienestar y el desarrollo de las generaciones presentes y futuras.

Presidenta de Reinserta

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