Veracruz parece un laboratorio para poner a prueba los límites del gobierno. Y AMLO lo está dejando, para como quien dice: “Tú hazlo y así yo voy a ver hasta dónde puedo llegar.”
Cuitláhuac García se ha puesto a encarcelar a la oposición, sin más pretexto que cualquier pretexto.
El caso más ruidoso es el del secretario técnico del Senado, acusado de homicidio. No tengo idea de si ese señor es o no culpable, eso lo dirán las investigaciones, pero hay varios otros encarcelados, todos ellos de partidos políticos rivales y todos por acusaciones tales como abuso de autoridad o portar un arma sin autorización o maltratar a un policía.
No que no sean asuntos serios estos, pero lo extraño es que si esos fueran motivos de cárcel, la mitad (por lo menos) de los ciudadanos de este país ya estarían en prisión. Y además, resulta sospechoso que nadie del partido gobernante cometa esas faltas, solo los de la oposición.
Hay quien cree que este modo de proceder se parece a Nicaragua y Venezuela, donde acostumbran antes de las elecciones, mandar a los opositores a la cárcel con acusaciones igual de absurdas. Pero en mi opinión, aquí se parece más a Rusia, donde el zar Vladimir consiguió poner en la Suprema Corte a sus partidarios para que validen todo lo que a él se le ocurre. Y lo que se le ocurre, tiene que ver siempre con castigar a cualquier grupo o persona que haga la menor crítica, disidencia u oposición. Tan solo en 2021, clausuró varios medios independientes, persiguió a oenegés y logró condenas para periodistas y activistas. Entre el más de un centenar de personas en prisión, está Alexéi Navalni, a quien mandó envenenar y como sobrevivió, ahora lo acusa de corrupción. Hace algunas semanas, acabó con la organización Memorial International, emblemática por su defensa de las libertades y su papel como custodia de la memoria de las víctimas del Gulag soviético, algo que Putin quiere borrar de la historia.
Todo esto nos suena demasiado conocido. Llenar la Suprema Corte con incondicionales, acusar a los opositores y críticos de mentirosos, corruptos y hasta traidores, desmantelar instituciones y fideicomisos, criticar a oengés (incluso se ha usado el mismo argumento contra algunas de ellas: el de que reciben fondos extranjeros, como si eso fuera de suyo malo), y hasta rehacer la versión de la historia nacional.
Que Veracruz sea el laboratorio de prueba de los límites, se hizo evidente cuando el gobernador de Jalisco se enojó con un periodista que según él, le causó “daño moral” y López Obrador defendió al periodista, mientras que cuando el gobernador de Veracruz acusó al amigo de Monreal, defendió al gober. Todo con mis amigos, nada con los otros parece la consigna, evidente también con su silencio frente a Cuauhtémoc Blanco en Morelos, evidenciado en su relación con el crimen organizado.
Claro que estos límites los puede poner a prueba el gobierno debido a que tenemos una oposición muy venida a menos, y también con los intelectuales críticos, que como no tienen poder, con ellos es fácil ser valiente y amenazador. Con quien en cambio no puede, es con la delincuencia. Esos avientan cuerpos cuando y donde quieren y aunque el gobernador veracruzano diga que no permitirá lo que ya está permitiendo, la verdad es que ese estado, como todo del territorio nacional, es muestra de lo fallido que son el Estado, el gobierno y el discurso oficial.
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