Cuando hace algunos meses la revista Ibero nos preguntó a varios escritores sobre lo que pensábamos que serían los cambios que traería la pandemia, respondí lo siguiente: Estoy segura de que cuando esto pase, lo olvidaremos y muy pronto estaremos haciendo nuestras vidas como si nada hubiera pasado.
Mi respuesta tiene un fundamento histórico. En un estudio hecho por una universidad checa, se muestra que los humanos olvidamos en un tiempo bastante corto y por eso nos vuelven a suceder desgracias que podrían haberse evitado si tan solo se conservara el recuerdo. Pone como ejemplo inundaciones que arrasaron con las viviendas junto al río, lo cual llevó a las personas a darse cuenta de que era mejor construirlas más arriba, pero pocos años después, ya estaban otra vez abajo, pues habían olvidado lo que podía suceder.
Una revista cuenta algo parecido: en 1965 hubo un huracán en Nueva Orleans, cuyos daños fueron tan severos, que el gobernador del estado aseguró que haría lo necesario para que jamás volviera a suceder algo así. Pero cuarenta años después, otro huracán causó gran destrucción porque no se había hecho nada de lo que se debió (y se prometió) hacer.
Sin embargo, la mayoría los pensadores y escritores a quienes se les hace esa pregunta, piensan diferente: Según Slavoj Zizek, se acabará el capitalismo porque no podemos continuar por el camino que estábamos recorriendo hasta ahora y es necesario un cambio radical; según John Gray, no habrá más globalización; según Angela Davis, será imposible regresar a la así llamada normalidad, y según Cristina Rivera Garza, será un cambio tan radical, tan diseminado por todas las esquinas del planeta, como para llamarlo un cambio estructural. No tengo espacio para incluir a otros que piensan lo mismo, como Rob Riemen, Amos Oz, Amin Maalouf. Todos están convencidos de que como dice Tony Judt, no podemos seguir viviendo como vivimos, habiendo hecho una virtud de la búsqueda del beneficio material, y con la falta de sentido de todo.
¿Por dónde va a ir el cambio anunciado?
Rita Segato dice que se va a iniciar un mundo de solidaridades extendidas, en el cual la conciencia de nuestra mutua interdependencia material y afectiva incluirá de manera central a la Tierra.Y la revista The Economist, asegura que tenderemos a ahorrar, que nos replantearemos las metas personales, de trabajo, de salud, de dinero y espirituales, pues esta es una oportunidad para cambiar nuestros pensamientos y valores, y que muchos comportamientos se transformarán y nunca regresarán.
En síntesis, que puras cosas maravillosas van a suceder después de la pandemia.
Lamento contradecir a esos pensadores, pues por lo menos en lo que a México se refiere, están equivocados. Basta voltear a ver lo que está sucediendo para darse cuenta de que aquí todo volverá a ser como era.
Los ejemplos sobran: actividades culturales y políticas como si no hubiera pandemia ni los problemas económicos que ella dejó. Desde la cátedra Vargas Llosa en Guadalajara hasta la escenificación por la consumación de la independencia en el Zócalo.
No es que uno piense que ya no hay que organizar encuentros ni hacer fiestas, pero si se le cree a los arriba citados, supondríamos que habría menos derroche y excesos, pero evidentemente no es así. Aquí solo fue cosa de esperar un poco de tiempo para continuar la vida exactamente igual que antes.
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