En un número reciente, la revista inglesa The Economist cuenta el daño que ha hecho en todo el mundo la información errónea o falsa sobre la pandemia.

Por ejemplo, cuando se dijo que la enfermedad se curaba bebiendo metanol, hubo más de 700 muertos en Irán por ingerir ese compuesto químico tóxico para el cuerpo humano, o cuando el presidente de Estados Unidos dijo que había que inyectarse alguno de los desinfectantes de uso doméstico o cuando el presidente de Brasil promovió la hidroxocloroquina, un fármaco antipalúdico.

El diario español El País relata que en Perú, un grupo de religiosos le inyectó un medicamento antiviral veterinario a más de 5,000 indígenas en la Amazonia, asegurándoles que eso les impediría contagiarse del virus, lo cual no fue así y en cambio les provocó severos efectos secundarios como taquicardias y diarreas.

Por más que la Organización Mundial de la Salud y los científicos explican que aún no se conoce la cura para esta enfermedad, se siguen anunciando productos que se supone la evitan, o incluso la eliminan cuando ya se la tiene, como los vegetales orgánicos, el plátano, el ajo, una cierta marca de pasta dental, los collares de eucalipto. Hay quien dice que se debe beber mucha agua y otros que tequila o vodka, ponerse mucho tiempo bajo el sol y bañarse con agua muy caliente o al revés, buscar el frío, llevar consigo estampas con imágenes religiosas o tomar nanomoléculas de cítricos.

Y no solo productos, también hay actitudes que se supone evitan la enfermedad. Por ejemplo, según el presidente López Obrador, hay que dejar de ingerir comida chatarra, de ser consumistas, mentirosos y corruptos.

Otros consideran que tiene que ver con lo que se es en la vida. Así hay quienes afirman que el Covid no les da a los jóvenes o quienes dicen que no les da a los pobres.

Y por increíble que parezca, los promotores de esas ideas y productos, afirman tener ejemplos irrebatibles de que funcionan.

Millones de personas están convencidas de que el virus fue deliberadamente creado por los chinos o por algún grupo que quería obtener poder o ganar dinero, otros creen que es esparcido por el gobierno y por eso no permiten que se saniticen sus calles, mercados y transportes públicos y otros más piensan que de plano no existe o que se exagera su seriedad.

Pero lo más interesante y a lo que quiero llegar es lo siguiente: de acuerdo a la revista arriba citada, se hizo una encuesta Gallup en 28 países de 4 continentes y resulta que los conservadores se creen más las mentiras y las informaciones falsas que los liberales, los de derecha más que los de izquierda. Frente a preguntas como ¿sirven los tapabocas? ¿hay que creerle al gobierno y obedecer sus instrucciones? ¿se debe acatar lo que dicen los científicos?, aquellos dicen que no y estos dicen que sí.

Curiosamente sin embargo, el Presidente de México dice que las cosas son al revés: él se considera de izquierda y afirma que quienes atacan a su gobierno y en particular al subsecretario de salud, encargado de atender e informar sobre la pandemia, son los conservadores. Y arremete cada vez que puede contra los científicos y los expertos por considerar que el único que sabe es el pueblo. ¡Exactamente lo contrario de lo que señalan los estudios en todo el mundo!

La razón de este proceder también la explica la revista citada y es muy simple: se trata de una razón eminentemente política, pues mientras se siga provocando la división entre unos y otros, seguirán triunfando aquellos cuyas bases son las más tradicionales, las menos leídas y escrebidas como decía Daniel Cosío Villegas. Esto lo sabe bien el mandatario, quien ha dicho en varias ocasiones, que hagan lo que hagan sus opositores, el pueblo está con él. Y mientras por pueblo se refiera a los millones de pobres que ya existen y a los que quedarán después de la pandemia, pues probablemente así será.



Escritora e investigadora en la UNAM.
sarasef@prodigy.net.mx
www.sarasefchovich.c om

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