Laura Bozzo, la conductora de un programa de televisión en Perú y luego en México, nos enseñó más de lo que imaginamos y la lección ha sido aprendida por quienes menos imaginamos.

“¡Que pase el desgraciado!”, fue su frase favorita. Y cuando la profería, un pobre diablo (siempre que yo lo ví era varón), acusado por alguien que no tenía que dar más prueba de esa acusación que sus propias palabras y lágrimas, cruzaba la puerta del estudio para ser sometido a un juicio, que en realidad era un linchamiento, por parte de ella misma y del público. A eso lo consideraba “hacer justicia”.

Aquí hemos aprendido a actuar de la misma manera. Por ejemplo en el gobierno, se dan instrucciones con una exclamación: “¡Que desaparezca el desgraciado!”. Y con solo decir eso, ya se acabó la corrupción, la pobreza, la delincuencia, los fideicomisos, varias instituciones, …y se espera que también desaparezcan algunas entidades y personas más concretas: el INE, el Trife, varios jueces de la Suprema Corte, los partidos de oposición, los críticos y los medios que los dejan existir, los migrantes que llegan por el sur, quienes protestan —desde maestros hasta padres de familia— y los ciudadanos que no votaron por Morena el 6 de junio.

La funcionaria que más recientemente ha puesto en práctica ese aprendizaje, la flamante nueva senadora Olga Sánchez Cordero: “Vengo a pedirles que dejen atrás sus diferencias con la 4T, que no tengan prejuicios ideológicos”, dijo en su toma de posesión como presidenta de la Cámara Alta.

Paradójicamente, eso que dijo es lo mismo que muchos le hemos pedido a la 4T: que deje de tener prejuicios ideológicos y permita a todos pensar como piensan, expresar sus opiniones y críticas, sin ser objeto por eso de escarnio público y de persecución. Pero no lo hemos conseguido.

Sin duda la senadora fue más amable que quienes desde el estrado presidencial humillan al “desgraciado” (palabra favorita de Bozzo) que se atreve a criticarlos, pues ella no regañó ni descalificó ni se burló, ella pidió. Sin embargo, como en el anuncio aquel de lo mismo pero más barato, aquí fue el mismo contenido pero con un modo más suave. Lo cual no quita lo que claramente le dijo a la oposición: dejen de pensar como piensan y súmense a lo que quiere el gobierno, porque lo suyo son prejuicios ideológicos, mientras que lo del gobierno es la verdad y lo correcto.

Algo parecido sucedió con su primer mensaje por twitter ya en su nuevo cargo: “La labor del Congreso debe ser transparente”.

Una vez más, es lo mismo que hemos venido pidiendo muchos ciudadanos: que haya transparencia en el Congreso y no secrecías, madruguetes y carros completos. Pero ay, aserrín aserrán, pedimos pan y no nos dan, nos dan palabras que se nos atoran en el pescuezo, palabras que son ellos los primeros en no cumplir.

Doña Olga fue una Secretaria de Estado que consideró importante dar peso al respeto a los derechos humanos y a las mujeres en cuestiones de equidad y derechos. Pero se la llevaron para convertirla en operadora política y allí decidió que el camino para lograr su objetivo, es, paradójicamente, el de no considerar respetable que haya quienes piensan diferente.

Por eso no queda más que recordar, a Ryzsard Kapuscinski: “Las intenciones de la gente que intenta hacer una revolución son justas y buenas, pero de pronto algo sale mal y no logran satisfacer sus objetivos”.

Escritora e investigadora en la UNAM. sarasef@prodigy.net.mx