Como universitaria, aplaudo los esfuerzos del Rector de la UNAM por atender el tema de género, pero como feminista encuentro que no van por el camino correcto.
Y procedo a explicar por qué: primero, porque la manera como se está haciendo es una inversión simple del mismo paradigma de siempre y no un cambio de paradigma, que es lo que están pidiendo las universitarias organizadas en colectivos. Y segundo, porque la manera como se está haciendo parte de y se conforma como una estructura institucional tradicional, que es precisamente la que está en la base del problema que se quiere resolver.
Dicho de otro modo: que poner a puras mujeres en los presidium, en los cargos, en las comisiones y consejos, darles más reconocimientos y premios, no es una solución a las demandas de las universitarias. Porque ser mujer no garantiza que se tenga una agenda de género ni la capacidad para resolver lo que hay que resolver. Como escribe Carol Mueller: “La idea de que una mujer puede representar a las mujeres sin una conciencia feminista es falsa pues eso no significa ninguna diferencia en el resultado”.
Lo que están haciendo las autoridades universitarias es considerar a mujeres que han tenido un cierto éxito individual y suponer que eso significa de suyo tener una agenda de género. Pero como afirma Jean Franco, “el hecho de que unas cuantas sean visibles y hayan conseguido sus objetivos personales o de grupo, no basta para desafiar las bases del patriarcado”.
Pero eso están haciendo: llenan un auditorio con mujeres, organizan un partido de futbol con mujeres, hacen conciertos con mujeres, crean colecciones de libros para publicar a mujeres, exposiciones de artistas mujeres. Es decir, creen que por pasar a las mujeres del silencio al estruendo, de los tiempos en que nadie nos miraba ni nos escuchaba a los tiempos en que se pretende que todo lo que hacemos y decimos es maravilloso, ya por eso se está resolviendo el asunto. Pero repito, no es así.
Y es que como diría Elena Beltrán Pedreira, no se trata de añadir a las mujeres al lugar en que antes no figuraban, sino que se trata, en palabras de Giulia Colaizzi, de la subversión de todo un modo de pensar y un orden social.
Y así lo entienden las mujeres que han tomado instalaciones de la UNAM y las que han salido a las calles en la CDMX. La de ellas es una agenda feminista y no una lucha por conseguir más espacios para algunas en una estructura sin cambios.
Por eso, y esta es la segunda razón de que hablé más arriba, tampoco se lo puede resolver creando más instancias institucionales, ni cambiando o agregando artículos a la ley, ni creando uno o diez cursos, ni obligando a capacitarse a los maestros y trabajadores, ni llenando el campus de carteles, ni echando discursos infinitos sobre lo importantes que son las mujeres, que es lo que se ha hecho hasta ahora. Porque para las protestantas el problema tiene su fundamento precisamente en esa institucionalidad tradicional que ha dado lugar a estructuras y formas de funcionamiento de la Universidad que generan estos problemas. Dicho de otro modo, lo que las universitarias quieren es cambiar a la institución de la que forman parte y de la que quieren seguir formando parte, pero cambiarla en serio.
Por eso, no basta con que un famoso y multipremiado investigador acusado de acoso haya solicitado separarse de la Universidad, sino que es necesario que él y otros como él reciban castigo. Pero además y sobre todo, es necesario construir una estructura legal e institucional tal, que no puedan surgir otros como él y si surgen, inmediatamente puedan ser castigados.
Y mientras esto no suceda, ellas van a seguir allí en su lucha. Pues de todos modos saben bien que, como dice Diana Fuentes, “Ya no se puede detener este cambio”.
Escritora e investigadora en la UNAM.
sarasef@prodigy.net.mx
www.sarasefchovich.com