El pasado 19 de agosto, la Segunda Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, ordenó devolverle a la señora Carmela Azcárraga Milmo, 338.9 millones de pesos por concepto de impuestos que pagó en 2007 por la venta de 120 mil acciones de una filial de Televisa. A ese monto, se le deberán sumar los intereses acumulados durante los catorce años que duró el pleito iniciado por la señora (argumentando que por ley esas ventas no pagaban impuestos), lo cual significa un monto de casi mil millones de pesos.
Ahora lo que procede es que el Tribunal Federal de Justicia Administrativa ordene al Sistema de Administración Tributaria hacer entrega de ese dinero, y éste lo tendrá que cumplir. Quien lo va a recibir ya no será la hermana del fundador de la empresa Televisa, dado que falleció el año pasado, sino sus herederos.
En una mañanera reciente, el presidente López Obrador se refirió a este caso mostrando mucho enojo. Dijo que “a los ministros de la Corte no les preocupa, ellos duermen tranquilos tras el fallo”, y preguntó para cuántas becas, cuántas vacunas y cuántos apoyos para personas de escasos recursos podría servir ese dinero.
Tiene razón el Mandatario cuando dice que aunque sea legal lo que se hizo, no es justo.
Pero aún así, la ley hay que cumplirla. Si bien las leyes se pueden y de hecho se deben modificar de acuerdo con los cambios en las necesidades de la sociedad, mientras eso no se haga, se las debe obedecer. Además de que las modificaciones, aún si se hicieran hoy, no se pueden aplicar retrospectivamente.
Pero para mí, el tema al que este fallo (que según dicen, es definitivo e inapelable) nos lleva, es otro. Y a eso me voy a referir.
Porque si a justicia nos vamos ¿quién dijo que es justo gastar millones de pesos en una refinería, en un tren, en tirar a la basura lo ya pagado por un aeropuerto a medio construir que no se quiso terminar? ¿Y quién dice que es justo gastar millones en consultas, un día sobre si juzgar a los ex presidentes y otro día sobre si “el pueblo” quiere la revocación de mandato? ¿Y desde cuándo poner esculturas de mujeres que a la Jefa de Gobierno le parecen heroínas de la Patria es un gasto más justificable que dedicar ese dinero a seguridad, escuelas, servicios y tantas necesidades que tiene la ciudad? ¿Por qué en lugar de gastar en los espectáculos carísimos que el Presidente monta en el Zócalo (el de su toma de posesión, la pirámide de mentiras a unos pasos del verdadero Templo Mayor, el del 15 y el 27 de septiembre, a los que trajo invitados de varias partes del mundo, el anunciado para el 20 de noviembre ), no usa ese dinero para los proyectos sociales y humanos de los que tanto habla?
En 1921, cuando se preparaba la celebración del centenario de la Independencia, José Vasconcelos, entonces secretario de Educación Pública, le pidió al presidente Obregón que en lugar de gastar en festejos, se usara ese dinero para crear escuelas. Por supuesto que no le hizo caso, porque ni entonces ni hoy, los gobernantes escuchan peticiones que les impidan lucirse (o lo que ellos consideran como tal).
Pero eso sí: a la hora de los discursos, miran la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio. Eso es muy evidente cuando AMLO puede decidir que es justo y correcto gastar 35 millones de pesos en un show y no lo es pedir la devolución de impuestos que se pagaron de más.
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