¿Quién va a detener la violencia: el gobierno que no ha hecho nada lo que se dice nada, más que enojarse con quienes le reclaman y calificarlos de conservadores y golpistas, o un individuo que dice que él sí ha logrado ayudar a tranquilizar las cosas en su ciudad?

El Obispo de Chilpancingo asegura que es posible conseguir la paz dialogando con la delincuencia. “Hay que buscar una solución, un camino de salida” dice, y ese camino él afirma que lo ha seguido: conoce a los delincuentes, habla con ellos, va a comer a sus casas: “Conozco a estos señores. Cuando yo llegué acá, en vez de recibirme el clero, me recibieron los narcotraficantes. La primera comida que tuve fue con ellos. Los criminales al mando de la región centro son buenos. Que los acusen de un secuestro. No hay. De cobro de piso. No hay. Sí, ha habido asesinatos. Y yo les pido explicación, por qué y me la dan. Eso es una muestra de confianza. Yo pienso que hay algo más fuerte, la amistad, el servicio, el acercamiento”.

En su opinión, eso ha funcionado: “Mi labor ha sido de mediación. Hemos salvado a mucha gente de morir. Aquél arquitecto que levantaron. Ya a punto de asesinarlo lo salvamos. Y a dos muchachos que distribuían el ice. Luego los narcos bromean conmigo: “Ay señor Obispo, ya no nos esté diciendo que los perdonemos. ¿Por qué los tenemos que perdonar?” Y les digo, “hombre, una obra buena que hacen.”

El resultado, afirma, es que la situación está mejor hoy que antes: “Hace seis años Chilapa era algo terrible. No se podía ir siquiera de Chilpancingo a Chilapa. No se podía ir por esa carretera. Un tiempo se paró el tráfico, porque estaban asesinando a los choferes de las rutas. Entonces, los concesionarios de transporte público fueron a verme a mí y yo fui a ver a estos señores y me dijeron mire señor Obispo, arreglamos la cosa muy sencillo: que ya no maten indígenas y que ya no metan armas a la sierra. Y confiando en mí tanto los concesionarios como los narcotraficantes, logramos restablecer el transporte.Y yo siento tanta alegría de ver ahora circular los camiones”.

¿Por qué asesinan? El Obispo explica: porque los narcos no quieren que las gentes de aquí se droguen ni que anden distribuyendo droga. Y también por la disputa entre el PRI y Morena, aquellos siempre dominaron, y en las pasadas elecciones su candidato tenía la ventaja, pero estos se quieren meter a como dé lugar.

Lo que el clérigo propone como método para buscar la paz, consiste en entender las razones de los delincuentes y dialogar con ellos en lugar de combatirlos. Algo no tan lejano de la propuesta presidencial de abrazos en vez de balazos, pero por lo visto, más efectivo.

En mi libro ¡Atrévete! Propuesta Hereje contra la violencia en México, digo que acabar con la delincuencia es imposible, pues ella es “parte consustancial de la dinámica de la sociedad”, según afirma un estudioso; pero tal vez podríamos por lo menos, “frenar la virulencia del exceso propio del mal” como escribió una poeta. El obispo lo está intentando. Claro que, como dice un lector, eso significa “legitimar al narco como interlocutor”, algo que además y hasta donde entiendo, está penado por la ley, lo que no parece importarle al prelado ni a ninguna autoridad, pues el señor sigue en esa labor y además lo cuenta sin empacho en una entrevista con un diario español.

La pregunta inevitable: ¿Es mejor eso que nada?


Escritora e investigadora en la UNAM
sarasef@prodigy.net.mx
www.sarasefchovich.com