La semana pasada, Sabina Berman y yo escribimos aquí en EL UNIVERSAL sobre la consulta que se llevaría a cabo ese día. Muchos colegas lo hicieron, pero la menciono a ella para poder llegar a lo que quiero decir.
Y es que nuestros artículos eran completamente opuestos, pues mientras Berman defendía ese ejercicio, yo lo criticaba. Pero además, los comentarios de los lectores nos involucraron a ambas, pues por igual en las felicitaciones que en los regaños, nos sugerían leer a la otra.
Como escribió Thomas Sowell, estudioso de los orígenes ideológicos de las batallas políticas: “Las mismas caras conocidas se miran entre sí desde lados opuestos, y sus argumentos indican razonamientos que surgen de premisas radicalmente diferentes”.
En efecto, como señala ese autor, es evidente que existen diferentes maneras de ver el mundo, las que parten de valores, principios e ideas distintas sobre lo que es la justicia o lo que debe ser el poder. Sowell les llama “Visiones del mundo”, y afirma que son las creadoras de nuestro pensamiento, las que lo fundamentan y constituyen la guía que nos conduce a través de las complejidades de la vida. Y su consistencia lógica es tal, que hacemos machincuepas mentales para que quepa en ellas lo que queremos y muchas veces hasta somos capaces de arruinarnos a nosotros mismos con tal de no traicionarlas.
Como están las cosas hoy en México, el resultado de estas diferencias es que cualquier asunto termina convertido en confrontación, con una carga emocional intensa, pues, como también dice el autor, en la medida en que alguien se compromete y se identifica públicamente con una de estas visiones, pone en juego todo su ser y el fracaso resulta intolerable. Por eso hacemos hasta lo indecible por reconciliar el paradigma con la evidencia, así ésta nos demuestre de manera incuestionable que aquél está equivocado.
En nuestros artículos, Berman y yo hablamos de que las cosas no son como quisiéramos que fueran, pero lo hacemos de modo muy distinto partiendo de nuestras diferentes visiones del mundo. Así, ella acusa a una institución por su manera de actuar y yo lamento que no se haga la pregunta sobre los asuntos que más nos afectan.
La respuesta de los lectores sigue esas dos maneras de ver el mundo: hay quienes defienden a una y quienes la atacan duramente y quienes hacen lo mismo con la otra. Esto con mejores o peores argumentos, o incluso sin ellos, porque la mayoría solamente insulta.
Pero lo que queda claro es que hoy los bandos son irreconciliables y que como recientemente reconoció el ministro Arturo Zaldívar de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, nuestro país vive en la polarización.
Y esto es a lo que quería llegar: a recordar lo peligrosa que puede ser esta polarización, pues ella no solamente divide a las sociedades, sino que puede llegar a romperlas, algo que ya hemos visto suceder en varios países del mundo (Yugoslavia ayer, Líbano hoy).
Y en ese punto, esto deja de ser una discusión retórica y un desencuentro intelectual para convertirse en una amenaza real. Por eso nos convendría más, como ciudadanos, no generar las provocaciones ni engancharse en ellas, pero ay, esto no parece posible, pues la felicidad de los seguidores de cada bando es muy grande, ya que por fin disponen de lugares en los que pueden vomitar su enojo contra quien no ve las cosas como ellos.
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