En días pasados, la Secretaría de Salud dio a conocer el plan para la vacunación contra el Covid-19.

Se iniciará aplicándosela al personal de salud que ha estado en la primera línea de la batalla, y, aunque no se dijo de manera abierta —pero el Dr. López Gatell lo insinuó—, a los miembros de las fuerzas armadas y suponemos que ello incluye además del Ejército y la Marina, a la Guardia Nacional y la Policía.

De allí en adelante, las siguientes etapas de aplicación serán las siguientes: primero, para el demás personal de salud y para personas de 80 años o más, después para personas entre 70 y 79 años, luego entre 60 y 69, luego entre 50 y 59, luego entre 40 a 49 años y, finalmente, los menores de 40 años. Ni mujeres embarazadas ni niños serán por ahora vacunados. Las etapas empiezan este mismo mes de diciembre y concluirán en marzo del 2022.

¿Cómo se tomó la decisión de a quién vacunar primero y a quién después?

Evidentemente, había que empezar con quienes corren más riesgo pues están en contacto directo y permanente con la población. Lo que sin embargo no es tan claro es el por qué de las siguientes etapas.

Porque si vemos las cifras de quienes han muerto por coronavirus en nuestro país, resulta que la mayoría tenían entre 40 y 69 años y eran empleados del sector público, conductores de transporte colectivo, trabajadores de la construcción, obreros en fábricas y empresas de reparación y mantenimiento, personal de servicios de protección y vigilancia y vendedores ambulantes. Es decir, quienes a fuerza tienen que salir a trabajar porque son responsables de mantener a su familia. Y también, quienes la atienden, pues aunque es casi el doble de hombres que de mujeres, las fallecidas son sobre todo amas de casa, que tienen que salir a hacer las compras de alimentos, medicamentos y otros productos necesarios.

Mi pregunta entonces es: ¿Por qué empezar vacunando a los mayores cuando los más vulnerables y expuestos son los de otra edad? ¿Por qué no empezar por aquellos que mantienen y atienden a las familias, las cuales quedan completamente desamparadas si ellos se enferman o mueren?

Tal vez en otros países se tomó esta decisión porque sus poblaciones tienen condiciones de vida que lo justifican, tal vez entre ellos no hay vendedores ambulantes o trabajadores no asalariados que diario salen a buscar su sustento, no lo sé. O tal vez no tienen las dificultades que tiene nuestro sistema de salud. Lo que sí sé es que, como dice el investigador Héctor Hernández Bringas, México tiene el 1.6% de la población mundial y el 7% de las muertes y nuestro sistema de salud es muy ineficiente para atender a la población. Por eso, aunque se contagian más en las ciudades que en zonas semiurbanas o rurales, mueren más en éstas que en aquellas y ser atendido en el IMSS o en el ISSSTE, incrementa el riesgo de muerte en ¡380%!

Todo esto indica que el camino que nosotros deberíamos seguir es otro.

Queremos mucho a nuestros padres y abuelos. Y además, los necesitamos porque ayudan en la casa y con el cuidado de los niños. Pero ellos, si se quedan encerrados, no se van a contagiar, mientras que los más jóvenes deben a fuerza salir a ganarse el pan y a comprar ese pan y todo lo demás que la familia requiere. Cuidémoslos primero a ellos.

Escritora e investigadora en la UNAM.
sarasef@prodigy.net.mx www.sarasefchovich.com

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