Sara Lidia Mendiola Landeros

#HistoriasQueSobreviven

Sara Lidia Mendiola Landeros
06/12/2023 |00:02
Sara Mendiola
Autor de OpiniónVer perfil

¿Cuál es el daño a la sociedad cuando asesinan a una persona periodista? Si contestamos esta interrogante en función de lo que perdemos como sociedad, podría mencionar que perdemos libertad para ejercer nuestros derechos, incluyendo el derecho a estar informados; perdemos memoria y con ello, la plena conciencia de que, sin un periodismo libre, se mantienen las mordazas mentales, y nos alejamos cada vez de la democracia. Las víctimas y sus familias pierden la esperanza de conocer la verdad y de obtener justicia.

Somos el país que ha vivido algunas de las peores tragedias, el país de asesinatos y desapariciones constantes, en el que los ciudadanos nos hemos resignado a vivir con miedo. La violencia anega el país, nos azotan sus enormes olas y la sociedad permanece parada a la orilla de la muerte. Somos el país más peligroso y letal para ejercer el periodismo, decir la verdad en México es correr un riesgo enorme. Defender la verdad y los hechos es bastante costoso en este país, pues mientras unos quieren amordazar la democracia con balas y filos de navajas, los otros, las y los periodistas buscan exponer la barbarie y retratar la escena en su “hoja en blanco”, como lo dijo Diego Enrique Osorno, “la hoja en blanco de un reportero debe ser un arma, no solo paño de lágrimas”.

La distinción entre clase política y clase criminal se ha desdibujado, y en medio han quedado las víctimas, orbitando al filo de la injusticia, al filo de un sistema en el que, la “justicia pronta y expedita” muchas veces consiste en que las autoridades investiguen un crimen en el que ellas mismas participaron.

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La disfuncionalidad institucional ha provocado altos índices de impunidad: los asesinatos de periodistas rebasan el 95% y sus desapariciones guardan el 100%. Las autoridades son incapaces de investigar efectivamente; los autores materiales pocas veces son identificados y llevados ante los tribunales de justicia, mientras que los autores intelectuales, nunca lo son. Esto genera un sistema de justicia simulada y empantanada en sus propias prácticas corruptas.

Por documentación de organizaciones civiles como Propuesta Cívica, especialista en temas de libertad de expresión, o incluso de la propia Secretaría de Gobernación, sabemos que los principales agresores de periodistas en México son funcionarios públicos quienes, molestos por las investigaciones periodísticas que exponen actos de corrupción que les involucran, optan por el cobarde ataque, y así el espacio criminal sigue ensanchándose a la par del imperio de lo impune.

Propuesta Cívica ha registrado que, desde 2006 a la fecha, al menos 177 periodistas han sido asesinados en el país y al menos 30 han sido desaparecidos. En lo que va de la actual administración de Andrés Manuel López Obrador han sido asesinados 69 periodistas y 7 desaparecidos, y en lo que va de 2023, 8 periodistas han sido asesinados y 1 fue desaparecido.

De acuerdo con la organización Reporteros Sin Fronteras, México es el país sin guerra declarada más letal en el mundo para periodistas, y también ocupa el primer lugar en desaparición de periodistas a nivel mundial. El elemento más perverso es que los principales agresores de periodistas son las mismas autoridades encargadas de proteger y salvaguardar su vida. Estos crímenes han convertido a ciertas partes de nuestro país en verdaderas zonas de silencio, en donde ya nadie se atreve a informar por miedo a las represalias. Esto es un grave atentado contra la libertad de expresión y contra la sociedad, que alimenta su conocimiento y su postura política en la medida en que ejerce su derecho de acceso a la información.

El cajón de la impunidad para crímenes contra periodistas cada día ensancha su fondo. En él permanecen los casos de cientos de periodistas asesinados y desaparecidos, como los de Regina Martínez Pérez, Miguel Ángel López Velasco y Gustavo Sánchez Cabrera, los cuales exponen la anomalía de nuestro sistema. Estos periodistas de distintas regiones del país fueron asesinados por investigar e informar sobre lo que estaba pasando, por exponer la corrupción, la violación a derechos humanos, el narcotráfico, la narcopolítica. Con todo lo que implica informar sobre esos temas en el país más peligroso, eligieron ser fieles a su ética profesional y seguir narrando la barbarie en su “hoja blanca”.

Desde hace algunos años, en Propuesta Cívica buscamos visibilizar la problemática de la violencia contra periodistas en México. Con este objetivo, lanzamos ayer la campaña #HistoriasQueSobreviven, que constará de tres cortometrajes que narran las investigaciones que realizaban los periodistas antes de ser asesinados, y que intenta retratar su último momento de vida con especial cuidado en el tratamiento de la violencia de la que fueron víctimas, por respeto a su memoria y a sus familias, y denunciando públicamente que cada uno fue asesinado por represalia a sus investigaciones periodísticas.

Frecuentemente, las autoridades buscan estigmatizar, desacreditar e incluso criminalizar a periodistas asesinados para desvincular los crímenes de su labor de periodismo. Con esta campaña, Propuesta Cívica también busca reivindicar sus memorias, exigir justicia para sus casos y exigir soluciones al poder. Decidimos comenzar contando la historia de Regina “La Chaparrita”, un asesinato que marcó al gremio periodístico en México. Regina era corresponsal en Veracruz para Proceso, con una gran pasión, una ética firme y una trayectoria de más de 30 años, era una voz respetada y querida dentro del gremio. Hoy nos falta Regina, y con ella su voz y sus investigaciones.

El problema es complejo. No solo se trata de una ausencia de aplicación de la ley, se trata de una ausencia de humanidad. Una verdadera “transformación” política y social sería que las autoridades atendieran la violencia contra periodistas con voluntad política, con expertis, con sujeción completa a la justicia, pero también con humanidad.

Lamentablemente, pareciera que esta problemática no es una prioridad para nuestras autoridades y líderes políticos. ¿Será que se benefician de este silenciamiento? La silla presidencial ha sido ocupada por gobernantes de distintos partidos y el resultado ha sido el mismo: omisión.

¿Qué realidad es esta? Vivimos normalizando la violencia, justificamos el actuar de líderes políticos que nos saturan de discursos mañaneros, pero no de soluciones efectivas; se instaló la inseguridad y la impunidad en nuestro país y lo único que hemos recibido son quejas contra los antecesores.

A pesar de todo, estoy convencida de que aún es posible construir otra realidad para México y sus habitantes. Para ello, es fundamental luchar por la justicia y contra la impunidad, así como defender nuestra libertad: dejar de “llorar las mentiras, sino cantar las verdades”. Es urgente reaccionar y como sociedad, exigir respuestas y soluciones a quienes pretenden gobernarnos los siguientes años, porque sin una prensa libre, no existe la democracia.

Hoy recordamos a las y los candidatos a puestos de elección popular, sobre todo a las candidatas a la presidencia Xóchitl Gálvez y Claudia Sheinbaum, que “los olvidados no olvidan al país” y, a la sociedad que “la desmemoria es el enemigo del periodismo, y que no basta con encender una vela por la paz”.

En memoria de cada persona periodista que ha sido

asesinada y desaparecida por reportear esta barbarie.

Directora Ejecutiva de Propuesta Cívica

Frase de Juan Villoro en “Vivir en México: un daño colateral”

Diego Enrique Osorno en “Nuevo manifiesto del periodismo infrarrealista”.

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