Le escribo de usted, para significar que me dirijo al Jefe del Estado Mexicano, no al compañero de lucha democrática de 1994. Lo hago como Presidente de la Comisión Política Nacional del Partido Acción Nacional, principal partido de oposición del país.
Refiero los acontecimientos de ese pasado que compartimos juntos, porque los considero fundamentales en la vida política de ambos y por haber sido la experiencia determinante que dio origen al Seminario del Castillo de Chapultepec, antecedente obligado de la Reforma Política de 2006, que permitió la conclusión de una hegemonía de más de siete décadas.
Ese cambio, usted lo sabe, lleva el sello de la lucha del pueblo de Tabasco, pero también, la de infinidad de generaciones de mexicanas y mexicanos que hicieron posible la democratización de nuestro país.
Han pasado casi tres décadas y cada uno optó por caminos políticos diferentes. Competimos limpia, reñida y democráticamente como adversarios y hemos sostenido invariablemente nuestras convicciones.
Hoy se cumplen tres años de su gobierno. Esas circunstancias y las que vive nuestra nación: de violencia, de una economía acosada por amenazas externas e internas —inflación— y por una pandemia que no cede, son propicias para compartirle unas reflexiones: usted quiere el bien de México, nosotros también.
En la elección pasada, su coalición política obtuvo 20,904,670 y la oposición en conjunto 22,904,604 votos. El pueblo está divido casi por mitades. Ninguno podemos, ni contamos con la legitimidad política para hacer solos, un cambio de régimen trascendente.
Usted al igual que yo sabemos que nuestras diferencias, hasta ahora, han sido insuperables. Todos los desencuentros importantes han acabado en la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Son casi treinta acciones y controversias constitucionales —militarización, hidrocarburos, energía eléctrica, ratificación del mandato, superdelegados y próximamente: varias partidas del actual presupuesto que violentan derechos humanos y el Decreto que usted emitió sobre las obras del Gobierno, entre otras—.
Sabe también que sus reformas constitucionales han sido pospuestas por falta de acuerdos políticos en el Congreso.
Quiere combatir eficazmente la corrupción, hagámoslo en todos los frentes, tendrá todo nuestro apoyo para que se castigue: a quienes por su corrupción causaron la cancelación del aeropuerto de Texcoco; a quienes originaron que millones de mexicanos quedaran sin medicinas; a quienes incurrieron en fraude a la ley, fraude fiscal y despojo, como lo dice la iniciativa de su reforma al sistema eléctrico nacional; a quienes han abusado de Pemex y a quienes constituyen el nudo oligárquico de poderes fácticos que tienen impunemente hipotecado el bienestar nacional.
Como Presidente de la República, nunca ha dialogado con nosotros. Invítenos a hacerlo en Palacio Nacional.
Estoy convencido de que con diálogo, nos pondremos de acuerdo para asegurar un sistema eléctrico justo, que sin abusos o despojos, garantice energía sustentable en las mejores condiciones para México; con diálogo encontraremos una solución al problema de la violencia, con alternativas civiles, para que en un periodo de tiempo razonable nuestras fuerzas armadas retornen con dignidad sus funciones y que la federación, los estados, la Ciudad de México y los municipios, asuman la responsabilidad que les corresponde.
Con diálogo encontraremos la fórmula que concilie los intereses nacionales con las inversiones, públicas, privadas, nacionales, extranjeras y sociales, que generen reactivación de la actividad económica, infraestructura, empleos, ingresos para el gobierno y fortalecimiento de los programas de la política social; el diálogo y la negociación, son mucho más eficaces, para lograr un auténtico cambio de fondo perdurable, que la polarización, el conflicto y la división entre mexicanos; con diálogo entre nosotros y con la experiencia de la historia y la de quienes nos precedieron, sabremos evitar las luchas que a ellos los desbordaron, que duraron casi un siglo y derivaron en la pérdida de la mitad de nuestro territorio, originaron cientos de miles de muertos, un dolor inconmensurable y una pobreza y desigualdad que tienen secuelas hasta el día de hoy.
Demostremos que hemos aprendido de la historia, que hemos madurado, demostremos que tenemos memoria de esas añejas luchas democráticas. Demostrémonos que podemos dialogar entre quienes pensamos distinto.
Si a pesar de nuestras diferencias, pudimos luchar juntos por México, volvamos hacerlo.
En el diálogo que le propongo y que espero sinceramente que usted acepte, habrá respeto, sin merma o claudicación a nuestras convicciones, sabremos cumplir con nuestro deber. Estoy cierto, que habrá también un amor a México, que no cabrá en los salones de Palacio.
Démonos esa oportunidad.