No hacer política es entablar un diálogo de sordos, es ahogar el debate con más calificativos que sustantivos, es desdeñar la posibilidad de llegar a acuerdos con posiciones irreductibles. Hacer política implica negociar con el diferente, con el que piensa distinto, es encontrar un punto intermedio entre dos posiciones. Es estar generalmente en una posición incómoda, a veces decidir entre un mal menor, pero nunca significa claudicar. No es una toma y daca donde todo se vale, donde el pragmatismo rige a manera de deidad de la política. Nada de eso, es partir de una posición clara, sea ideológica, programática o técnica, saber sortear con inteligencia y una buena dosis de tolerancia y empatía con el otro, todo tipo de obstáculos y arribar a un entendimiento común, que presupone cesiones y concesiones recíprocas. Hacer política significa sobre todo armonizar intereses diversos, sortear esa pugna en conflicto, que por momentos se piensa como imposible, que se da entre interlocutores que se asumen como adversarios, que pueden convivir en una pluralidad democrática y que no se reconocen como enemigos, donde unos salen victoriosos y otros derrotados.

Lo que sucedió en la Cámara de Diputados la semana pasada es grave, para la política y la democracia mexicana. El presidente López Obrador presentó el instrumento mas importante de política pública del país, el Presupuesto de Egresos de la Federación, pero lo hizo bajo la condición de que la oposición no le moviera una sola coma. El PAN , PRI , PRD y MC , plantearon reservas a 1,735 artículos, de un total de 2007 e intervinieron 338 veces en la tribuna. Nada valió. Fueron mas de un ciento de horas invertidas en comisiones y en el pleno. No se pudo siquiera acordar un formato adecuado para la discusión racional del presupuesto. Apenas se logró, y con trabajos, convenir cuándo se iniciaba y se reanudaba la sesión y cuándo debía de terminar. Fuera de eso, lo demás eran desencuentros, insultos y excesos verbales. Nada memorable, salvo por dos circunstancias: una, la activa participación de las diputadas, que dominaron la tribuna, con intervenciones articuladas, rigurosamente bien hechas, valientemente planteadas, al punto de que, por momentos, su poder persuasivo casi prosperaba; pero los votos en contra del oficialismo, una y otra vez, recordaban esa inamovible coma, dictada desde Palacio Nacional. La otra circunstancia, fue la consolidación de la coalición legislativa “Va por México” y la afortunada coincidencia con MC, en todas las votaciones.

Es incomprensible que partidas relacionadas con el poder judicial, el INE , la seguridad, la salud, la educación, el combate a los delitos en contra de las mujeres y las víctimas de trata, el medio ambiente, los migrantes y un largo, etcétera, se hayan reducido o en el peor de los casos suprimido. El presupuesto planteado, en muchas de sus partidas, contradice, no solamente una economía sana, sino que, además, el principio constitucional de progresividad. Son auténticamente partidas regresivas que afectan severamente derechos humanos y no hay razón, ideología o programa, que valga para violentarlos. La antipolítica también hace que los jueces, no votados, sustituyan a los representantes votados en el cumplimiento de sus obligaciones. Mal augurio para la democracia.

En nuestro sistema político, las decisiones en la Cámara se adoptan por la mayoría de los votos de las y los legisladores y se sujetan a lo que establece la constitución, las leyes, reglamentos y acuerdos parlamentarios. Hasta ahí está formalmente claro, no hay duda, una mayoría de diputados y diputadas, puede votar válidamente un presupuesto. Ese ciertamente no es el debate, en términos de una democracia real. Lo será en todo caso de una democracia formal . En las elecciones federales de junio pasado PAN, PRI, el PRD y MC, obtuvieron de manera conjunta 22,904,604 votos, MORENA y sus aliados obtuvieron 20,904,670 votos. Aunque para algunos sea sorprendente, la oposición sumó más votos. Esos votos representados en la Cámara de Diputados se invirtieron: MORENA y sus aliados resultaron con más curules que la oposición. Así son las reglas de asignación, es claro que existe un problema de sobrerrepresentación, independientemente que esté permitido por la constitución.

Aclarado el punto, preguntémonos si la mayoría en la Cámara de Diputados debió de haber aceptado algunas de las propuestas hechas por una oposición que obtuvo mas votos en las urnas, que la coalición oficialista y que, por así decirlo, representa a la mitad mas grande de la población. En un mundo lógico, de auténtica democracia real y de representación efectiva, la respuesta debiera ser sí.

Desde que se dio la alternancia, inclusive antes, casi siempre hubo disposición para hacer cambios al presupuesto. En el extremo, esos cambios en el 2004, fueron objeto de un veto presidencial que acabó en la Suprema Corte.

Volviendo a la sesión de la semana pasada, una y otra vez se escuchó reafirmar en tribuna, el susodicho escudo de legitimidad con que cuenta el presidente López Obrador, los 30 millones de votos que, a decir de ellos, supuestamente lo habilitan para hacer un cambio de régimen, sin siquiera voltear a ver a la oposición. La verdad es otra: eso sólo lo faculta para presentar el presupuesto, no para imponerlo. Habrá que recordar que los candidatos de su partido, en esa elección, apenas llegaron al 38.7% y que con sus aliados obtuvieron menos del 44% de votos. Lo que cuestiona severamente la afirmación, que fue el pueblo quien votó para hacer un cambio radical —desde la raíz— y anular lo hecho por los gobiernos del pasado. Ese aparente súper poder presidencial, que le otorgan sus legisladores, se contradice aún más con los resultados de junio pasado.

La antipolítica de desdeñar al opositor, impacta también el futuro. Para nadie son buenas esas noticias. La antipolítica genera una dinámica de escalada perversa: “lo que va regresa”. La estrategia de bloqueos camerales tendrá muchos mas incentivos, que los de colaboración. Vendrán reformas constitucionales que requerirán los votos de la oposición , lo mismo sucederá con los nombramientos en integración de los órganos constitucionales. La oposición impedida de hacer política en el congreso no tendrá, por el momento, más remedio que acudir ante los jueces y la propia Corte, dado que la gran mayoría de sus planteamientos redundan en violaciones a derechos humanos y a conflictos competenciales. Solo hay que analizar las casi treinta acciones de inconstitucionalidad y controversias que están inventariadas en la Corte y los innumerables amparos que se han ganado, así como, por ejemplo, los que han sido otorgados para cumplir con la mas elemental obligación del Estado, la salud: vacunar a menores que lo necesitan.

Imponer hipoteca a la política, siembra la semilla de la discordia, alienta la polarización , eso, por mas que le sirva al presidente para afianzar su base electoral, nunca podrá acabar bien.

Pongámosle un hasta aquí a la irracionalidad de la antipolítica. El presupuesto es una auténtica tercera llamada, reflexionemos antes que empiece la función: nadie en su sano juicio, quiere asistir a un espectáculo que perjudica a todos.

Diputado federal.

Google News

TEMAS RELACIONADOS