El 30 de septiembre pasado tuve el honor de estar en Morelia, fui invitado como Presidente de la Cámara de Diputados, a nombre de todas y todos los legisladores que la integran, para dar un discurso en memoria de uno de los héroes más añorados por todos nosotros: don José María Morelos y Pavón, el Siervo de la Nación , a 257 años de su nacimiento.

De origen humilde, José María fue desde muy joven sostén de su casa y decidido emprendedor en las labores del campo. Fue perseverante, autodidacta de sus saberes, esfuerzo que le permitió entrar al Colegio de San Nicolás, lo que a la postre lo vinculó al rector Miguel Hidalgo y Costilla.

En Carácuaro, el cura Morelos puso en práctica su compromiso social con los más necesitados, como él mismo escribió: “mi carácter es servir al hombre de bien, levantar al caído”. Fue impulsor de la disciplina, como un hábito necesario para formar hombres de trabajo y de bien.

En 1810, al enterarse que su maestro Miguel Hidalgo se había levantado en armas por la Independencia, Morelos a los 45 años mostró otra de sus virtudes: su arrojo para luchar por el cambio, para a hacer realidad mejores condiciones de vida para todas y todos y por el respeto a la ley.

Al llamado de Miguel Hidalgo , el cura de Carácuaro emprendió su gesta insurgente, inspirado en las ideas de la ilustración de aquel entonces, que habían sido motor de la independencia de las Trece Colonias en Estados Unidos de América y de la Revolución Francesa.

Su actividad insurgente duró cinco años en los que emprendió cuatro campañas militares. Sus exitosas acciones de armas, así como su ejemplar comportamiento, convirtieron a Morelos en un hombre muy querido por el pueblo.

Una vez que los insurgentes dominaron un territorio considerable, Morelos convocó a un Congreso para que se ejerciera la soberanía y organizara el gobierno. El Congreso se inauguró el 14 de septiembre de 1813 en Chilpancingo con la lectura de los Sentimientos de la Nación.

Fue el primer Congreso independiente de la corona española, origen de todos los parlamentos que han existido en México hasta hoy. Morelos también es padre del Congreso Mexicano .

Los Sentimientos de la Nación resumen su ideario. Son el plan constitucional que había pensado y reflexionado para el México independiente. Entre los principales puntos del Documento, destaca que la soberanía dimana del pueblo.

Plantea también una organización de gobierno tal, que evita la concentración de poderes y protege a las personas y a sus propiedades.

Además, prohíbe la esclavitud y establece la igualdad de todos los seres humanos. Para Morelos: “Sólo distinguían a un americano del otro el vicio y la virtud”. Con ello, se adelantó medio siglo a la abolición de la esclavitud en Estados Unidos que en 1863 proclamó el presidente Abraham Lincoln. De este calibre era la altura de miras y el pensamiento revolucionario del cura de Carácuaro. Esa es la grandeza mexicana que todas y todos estamos obligados a honrar diariamente.

En los Sentimientos de la Nación se considera al derecho y a la legislación, un factor de progreso, de transformación social y de cambio histórico. Esta es la característica central del pensamiento y de la obra de Morelos. Otro legado que día a día debemos de honrar, particularmente quienes tenemos una responsabilidad pública.

Apasionado impulsor de la Independencia, Morelos tenía claro que para que ésta fuese viable y permanente se debían establecer reglas fundamentales que dieran orden, que contuvieran los excesos y otorgaran certidumbre para avanzar y tener un mejor futuro. De ahí su empeño para que no se interrumpiera el trabajo del Congreso, en la redacción de la Constitución del México independiente.

La Constitución, redactada por el Congreso de Chilpancingo —inspirada en buena parte en la española de 1812 —se promulgó en Apatzingán, el 22 de octubre de 1814.

La Constitución de Apatzingán, la primera Republicana, estableció postulados liberales y democráticos que se convirtieron en referente obligado para la evolución del constitucionalismo mexicano. En ella se establece que la soberanía reside en el pueblo.

La Constitución de 1917 reitera el espíritu de esos principios: “La soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo. Todo poder público dimana del pueblo y se instituye para su beneficio”.

La Constitución de 1814 ya reconocía el fundamental principio de la división de poderes, mismo que hoy sigue vigente y que establece que el Supremo Poder de la Federación se divide para su ejercicio en los poderes Legislativo, Ejecutivo y Judicial. Además, establece una salvaguarda fundamental que limita el poder público al evitar que se reúnan dos o más poderes en una sola persona o corporación.

El sistema de los tres poderes tiene como su principal función definir al poder público, limitarlo y establecer controles y equilibrios. La Constitución de 1917 subraya el pensamiento de Locke y de Montesquieu, ambos fundadores del sistema original de división de poderes.

Locke alertó sobre lo pernicioso que resulta la unión del Ejecutivo y del Legislativo en una misma persona, al afirmar que: “Podría ser sobrada tentación para la humana fragilidad, capaz de usurpar el poder, que las mismas personas a quienes asisten la facultad de legislar, a ella unieran la de la ejecución para su particular ventaja.”

Montesquieu comparte la idea al afirmar que: “Todo estaría perdido si el mismo hombre o el mismo cuerpo de próceres o de los nobles o del pueblo ejerciera los tres poderes, pues se convertiría en opresor”.

La fórmula de la división de poderes marca un antes y un después entre el poder absoluto y el republicano. Este histórico tránsito se enriqueció con la Revolución Francesa, la Constitución de los Estados Unidos de América y la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, producto del cambio político y social más importante que hubo a partir del siglo XVIII y que hoy se vive en el siglo XXI.

En México, la división de poderes tiene sus antecedentes en la Constitución de Cádiz de 1812 y en la Constitución de Apatzingán de 1814. Se reitera en las distintas constituciones, que van desde la de 1824 y la de 1857 y paradójicamente en medio de ellas, este sistema también se encuentra consignado en las constituciones centralistas de 1836 y 1843.

El cuerpo Legislativo del cual formo parte, como Presidente de la Cámara de Diputados, está obligado a defender el sistema de División de Poderes que fue justamente propuesto por Morelos en la Constitución de Apatzingán.

Es el pensamiento de Morelos, plasmado en el constitucionalismo mexicano, hasta el día de hoy: la Constitución es suprema, la constitución es soberana, representa al pueblo, quien conviene el pacto social que determina la coexistencia pacífica. Su supremacía implica que por arriba de ella no hay autoridad u orden jurídico alguno.

Con un Congreso fiel a su convicción de respetar las leyes y mantener la lucha en defensa del nuevo poder constituido, Morelos decidió quedarse a proteger la huida de los congresistas, oportunidad que aprovecharon los realistas para capturarlo en el poblado de Temalaca, Puebla.

A más de dos siglos, el legado del Siervo de la Nación, está hoy vigente en la mente y en el corazón de todos nosotros. La vía constitucional que abrió el Siervo de la Nación es la hoja de ruta para dar cauce a los actuales reclamos sociales. Bajo la luz del cura de Carácuaro prestemos atención y escuchemos los actuales sentimientos de la Nación.

Efectivamente, los del México del siglo XXI, son los que le dan contenido y dirección a nuestra vida como ciudadanos.

La Constitución y el Congreso de la Unión son el piso firme para que la diversidad y pluralidad de nuestra sociedad se exprese en democracia y libertad. Es el Congreso donde se defienden nuestros derechos, es el espacio que nos permite dialogar, convenir políticas y los cambios que mejor convengan al bienestar de todas y todos los mexicanos.

Sigamos el ejemplo de Morelos, seamos fieles a nuestros sentimientos y amor a nuestra patria. Reafirmemos la grandeza mexicana.

Presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados

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