Recuerdo perfecto la primera vez que Andrés Manuel López Obrador habló frente a una cámara una vez electo Presidente de la República. En ese entonces yo dirigía un medio de comunicación digital generalista y la decisión editorial fue frenar prácticamente toda actividad en la redacción para escucharlo y reproducir cada frase, así como interpretar el mensaje.

Lo mismo ocurría en el sexenio corriente, el de Enrique Peña Nieto , cuando aparecía para “dar un mensaje a la nación”. ¿Por qué? Porque era el presidente, porque pocas veces se dirigía a los medios de comunicación y se entendía que lo que diría sería algo relevante.

Pero a lo largo de estos poco más de tres años de “El Peje” frente al gobierno federal sus apariciones diarias en las “Mañaneras” son tan prolongadas y la verborrea tan excesiva, que su palabra, así como la fuerza de ésta, se ha volatizado.

No una o dos, o tres veces, sino más, nos hemos cuestionado entre colegas qué pasaría si dejamos de cubrir las conferencias matutinas. El desgaste de traer a la conversación pública comentarios de un alto mando que dice, por ejemplo, que hay que hacer pausa en la relación con España , pero que luego dice casi era broma, es cada vez mayor. Igualmente, reproducir los mensajes de odio hacia medios y reporteros, o las descalificaciones a investigaciones periodísticas, tiende a convertirse en una actividad hueca en cuanto a utilidad. ¿Qué pasaría, repito, si una semana, o dos o de hoy en adelante sólo se hace nota de algún mensaje realmente relevante? Porque hay otro dilema: a veces se presentan supuestos resultados a estrategias, pero con datos de dudosa fiabilidad.

El nudo gordiano se robustece y se hace más difícil de resolver si tomamos en cuenta que la audiencia aún consume en gran medida la información relacionada con el Presidente.

Por mencionar algo, en un análisis de búsquedas en Google de los cibernautas en México en el último año, encontré que los usuarios consultaron 10 veces más la palabra clave “Amlo” que conceptos como “recomendaciones de salud” o “vida saludable”, y dos o tres veces más que “ pandemia ”, “ inseguridad ” o “ inflación ”. Y eso que esa es solo una keyword, sin contar las palabras “López Obrador” o “Presidente”.

En cuanto a clicks, la mayoría de los sitios de noticias siguen registrando tráfico de la audiencia en las notas relacionadas a él también. De hecho, los especialistas en SEO (Search Engine Optimization) recomiendan incluir el mayor número de veces posible su nombre y de distintas formas para posicionar la nota en los buscadores web.

En noviembre pasado, el colega Jorge Zepeda Patterson escribió en una columna titulada “Periodistas en peligro de extinción”, sobre la necesidad de ver hacia otros temas que también importan a los mexicanos, más allá de estar al pendiente de las fallas y “metidas de pata” del López Obrador en sus discursos –fomentando la polarización y un debate de odio– para en lugar de ello hacer un periodismo de profundidad e investigación más diverso.

No hablar del Presidente –bien, mal o neutro– me parece que negaría a las audiencias su derecho a estar informadas de lo que dice el máximo líder político –nos guste o no– de este país. Pero seguir dando tanta cobertura, casi a manera de reproducción propagandística, también puede ser una irresponsabilidad.

¿Dónde está el equilibrio? ¿Qué opinan los lectores? Los leo.

@sandra_romandia

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