Tengo que sincerarme y hacer una confesión aquí y ahora, en este espacio: hace una década, cuando se empezó a hablar de la necesidad de implementar cuotas de género en lo político y gubernamental no estuve de acuerdo. A mis 20 y algo de años de edad un pragmatismo simple —y quizás hueco— me conducía por la vida profesional, laboral y familiar. “Si tiene capacidad que lo demuestre y no importará su sexo”, solía decir.
Qué equivocada estaba.
Con los años entendí que vivimos en un mundo donde la capacidad y el “ derecho ” en sí no son suficientes. Vivimos en un mundo y, especialmente, en un país donde la cultura (muy arraigada desde hace siglos) rige la marea del océano en el que navegan las grandes decisiones; donde el contexto y las relaciones también determinan si tienes más oportunidades o no en tu trabajo, organización, congregación y hasta en tu núcleo familiar. No se trata sólo de demostrar capacidad o tener un derecho.
En parte esto se entiende porque el cerebro del ser humano está entrenado para analizar lo menos posible y, entre menos posibilidades de elección, mejor. Esto lo han saben quienes se dedican a estudiar la psicología del consumo: no les des muchas opciones al comensal en un restaurante, o al comprador en una tienda. Dos o tres son suficientes, porque lo que menos queremos es pensar.
Así es como los directivos de una empresa, los jefes de una congregación o quienes toman las decisiones en una familia tienden a influir en el empuje de los nuevos liderazgos , nombrándolos, dándoles oportunidades y colocándolos en el mapa del juego.
En el mundo del periodismo, por ejemplo, las costumbres de antaño incluían tomar decisiones editoriales en las cantinas, citar a fuentes en algún bar y cerrar tratos entre hombres con una copa en mano. La primera vez que escuché sobre esto fue a la periodista Marcela Turati y así fue como me di cuenta que era verdad: en el sentimiento “fraternal” que se profesan los hombres en su convivencia, tradicionalmente ellos como cabezas de proyectos y compañías, atraen a otros de su sexo a sus círculos dejando de lado a las mujeres.
Afortunadamente esto está cambiando en todos los sectores. Pero no ha sido sólo porque sí: desde hace unos diez años —aunque los intentos vienen de hace décadas— es más poderoso el esfuerzo por frenar esa inercia, cambiar el discurso y hacer ver lo necesario de la igualdad de género en roles de poder y liderazgo.
Y eso incluye un lugar cada vez más amplio para las mujeres en los medios de comunicación y específicamente en los espacios de opinión, ese género que por años estuvo acuñado en el género masculino. Para las de nuestro género, desarrollar sus juicios, argumentos e hipótesis en el papel sobre un tema resulta tan difícil como en muchos casos opinar en las decisiones del hogar. Nos cuesta trabajo creer que nuestro criterio tiene valor, peso y que, sobre todo, es necesario.
“Si una mujer puede hacer un análisis riguroso, cuestionar con ello al gobernante en turno, tener una voz creíble y prestigiada en la élite intelectual, entonces aumentan las posibilidades de que una mujer en casa pueda hablar de su voto, de su gobernante, de su entorno y del futuro colectivo. Su sexo no la invalida”, escribió en marzo de este año Ivabelle Arrollo en El Economista , en un análisis que cuestionó la falta de espacios de opinión para las plumas femeninas en México. El dato que arrojó su investigación es aterrador: sólo alrededor del 10% de los artículos de opinión en los medios nacionales están firmados por una mujer.
Con el paso de los años, la documentación y, quizás, un poco de madurez, he entendido que sí es necesario establecer cuotas, empujar el rastrillo hasta formar un piso parejo para ambos géneros. Y hasta que no sea así, de manera natural, deberá ser de manera artificial.
Este jueves se lanzó oficialmente el sitio www.opinion51.com, la única plataforma en México que reúne a mujeres columnistas , brillantes y necesarias, con textos inéditos. 80 plumas en total. Un proyecto que honro dirigir en la parte editorial y de cuya existencia estoy más que convencida de que era urgente. Porque las de nuestro género somos el 51% de la población, pero sólo estábamos en el 10% de los espacios de opinión, aunque varios medios —incluyendo EL UNIVERSAL que me da la oportunidad de escribir cada semana— cada vez incluyen más voces femeninas.
Sí, establecer cuotas es importante. Y no le hagan caso al título de esta columna. Mujer: opina, trabaja por tu cargo directivo, apuesta por la igualdad.