La guerra comercial entre Estados Unidos y China, los problemas surgidos como efecto de la Covid-19 en las cadenas de suministro de diversas industrias más los efectos de la guerra entre Rusia y Ucrania han hecho que las industrias globales revisen sus estrategias y planteen el nearshoring como uno de los medios para mantener la competitividad y sus tasas de rentabilidad.

Reshoring, offshoring y nearshoring han sido parte de las estrategias de empresas principalmente de los países desarrollados, para mejorar su competitividad y sus niveles de rentabilidad. Con el reshoring se busca regresar las empresas al país de origen cuando ha logrado un desarrollo tecnológico tal que requiere mano de obra calificada; el offshoring busca ubicar partes del proceso de producción en cualquier país que ofrezca beneficios fiscales y mano de obra barata, de ahí que en el país de origen de las empresas los trabajadores se opusieron, ya que trasladaba la demanda de trabajo fuera del país; nearshoring, trata de enfrentar condiciones geopolíticas adversas, problemas en las cadenas de suministro y aprovechar cercanía con los mercados de consumo en áreas con regulación favorable como México con el T.Mec.

En México se ha intensificado la propaganda a favor del nearshoring, como si fuera una “oportunidad de oro” que no se debe desperdiciar, por lo que sin tener información medianamente precisa sobre cuántas empresas tienen planeado trasladarse a México, los analistas ya critican la falta de visión del actual gobierno y hablan de su incapacidad para aprovechar la enorme oportunidad que supone ese traslado. Se repiten los argumentos usados durante el boom maquilador de inicios de los ochenta y los usados en el debate para la aprobación del Tratado de Libre Comercio de México con Estados Unidos y Canadá: la inversión fluiría en grandes montos, la industria nacional elevaría su nivel tecnológico, el empleo aumentaría, la competencia mejoraría la calidad de los productos consumidos en nuestro país y, en general, aumentaría el nivel de vida de la población. Todos conocemos lo que realmente pasó.

En 29 años de TLC la economía mexicana tuvo un crecimiento mediocre de 2.5%, el poder adquisitivo de los salarios disminuyó en ¾ partes, aumentó el empleo precario, sin prestaciones ni seguridad social, no hubo transferencia tecnológica a la industria local y se mantuvo el proteccionismo de EU.

En 2018 el panorama geopolítico cambió. Se desató una guerra comercial entre China y EU que se manifestó como una guerra de aranceles. Como resultado de esta guerra comercial, el crecimiento de ambas economías se redujo, y en algunos sectores cayó, como la manufactura de EU.

En 2019 la relación comercial EU-China empezó a recomponerse con la eliminación progresiva de aranceles. Para junio de ese año, China había regresado como el principal socio comercial de EU. Sin embargo, la pandemia habría empezado a crear obstáculos a la producción y al comercio que derivarían en la actual relocalización empresarial en el mundo, sobre todo, de origen asiático.

Desde 2021, las empresas buscan ubicarse en una zona donde el flujo de suministros sea seguro, cerca de sus mercados de consumo que reduzca sus costos de transporte, que además cuente con abundante mano de obra joven, con malas prácticas sindicales, con bajos salarios y con regulación ambiental laxa. Lo que resta es desear que México no sea ese lugar.

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