Salvador Guerrero Chiprés

@guerrerochipres

A quienes tendemos a situar los riesgos de seguridad a la integridad de nuestras personas y de nuestros bienes en el espacio público podría costarnos mucho trabajo asumir que la prevención es absolutamente central y puede ser personalísima, como también comunitaria.

Seamos hombres jóvenes o maduros, adinerados o no, educados formalmente o carentes de formación profesional, tenemos la debilidad de suponer sin fundamento que podemos hacerlo todo: esto también es un efecto del patriarcado. Aprendemos desde niños que somos más “hombres” si lo podemos hacer solos; una extensión, un síntoma o un reflejo del machismo que negamos en público, pero vivimos en privado.

Eso es probable, contundentemente, cuando deseamos escapar del duelo, la depresión, el matrimonio, la ausencia de reconocimiento o de la ingrata imagen que nos devuelve el espejo ante los duros ojos de nuestra más punzante crítica en medio de la noche donde buscamos la aventura para verificar supuesta vigencia viril y los límites después de algunas copas y otros consumos.

La noche de fiesta puede terminar en tragedia si no se despliegan la cautela y prevención necesarias para la diversión. No es así en todos los casos y refiero los siguientes solo como una oportunidad para reflexionar colectivamente a partir de tragedias recientes altamente mediatizadas.

Aún con vacíos informativos sobre la forma como ocurrieron los hechos, en las muertes de Jacqueline e Íñigo —las más recientemente conocidas y virales— su estancia previa en un bar o antro vuelve a colocar en el centro de atención un pendiente añejo.

¿Es responsabilidad de los antros garantizar la seguridad de sus clientes? Sí, tanto como lo es a nivel personal evitar conductas de riesgo o erradicar mitos persistentes en ese contexto, o también el deber de la autoridad para agotar todas las posibilidades de una investigación.

El fallecimiento de Jacqueline, reportado en una nota del 9 de agosto en El Universal, habría ocurrido por congestión alcohólica tras salir de un antro en la Zona Rosa y dirigirse hacia la casa de una amiga.

La vulnerabilidad de las mujeres se da en un contexto donde la forma de divertirse tiende a ser mal interpretada como elemento permisivo para otras conductas. El machismo otra vez.

A Íñigo lo encontraron muerto en un antro de Naucalpan. El empresario salió solo de un bar de Polanco, caminó a cenar y habría abordado un taxi de aplicación para acudir al otro sitio.

Aunque el primer dictamen señala broncoaspiración como la causa del fallecimiento, el caso es profundizado en su investigación para dar certeza a familiares. Tenía sus pertenencias y documentos consigo.

Es fundamental respetar a nuestra propia persona además de exigir esperar compromisos de seguridad en el espacio privado comercial y en el público.

Frente al “canasteo”, consistente en poner a los alimentos o bebidas de los clientes sustancias tóxicas con la intención de que pierdan la conciencia, ha habido advertencias desde hace tres décadas. El agresor aprovecha el debilitamiento y confusión en la voluntad para robar o abusar sexualmente.

Las llamadas “goteras”, mujeres que en antros captaban víctimas, fueron visibilizadas hace una década. En las bebidas ponen gotas oftalmológicas para adormecer y robar.

La creencia del “a mí no me va a pasar” es enemiga de la prevención y promover cultura cívica al respecto es tarea de todas y todos.

Suscríbete aquí para recibir directo en tu correo nuestras newsletters sobre noticias del día, opinión, y muchas opciones más.
Google News

TEMAS RELACIONADOS